JAVIER MARTINEZ
Como era de suponer, el menos senior de los maestros que se dejaron caer por Madrid este fin de semana se llevó el torneo de exhibición celebrado en el Palacio de los Deportes de la Comunidad. «Cuando era un niño de cinco o seis años McEnroe era mi ídolo. Enfrentarme con él ha sido algo antinatural. Al principio la situación me estaba superando», comentó Albert Costa después de derrotar al estadounidense por 3-6, 6-4 y 9-1 en el desempate, que se disputa con la fórmula de un tie-break a nueve puntos.
McEnroe hizo de las suyas ante una afición cautivada por su juego y por su actuación fuera de la cancha. A sus 48 años, mantiene las reacciones que le hicieron célebre en su brillante etapa profesional. «Estoy muy agradecido al público madrileño porque ha estado perfecto. Venía aquí para ganar, como cualquier jugador que pisa la pista, pero no ha podido ser. Sólo en mi mente sigo siendo el número uno», dijo en la conferencia de prensa posterior al encuentro.
La gente tomó partido por el zurdo desde la jornada del sábado. Salvando el lógico aprecio por un jugador español como Albert Costa, el carácter lúdico del torneo permitió que perdurase el idilio durante la final de ayer, precedida por la victoria de Ivanisevic contra Wilander en el encuentro por el tercer puesto. McEnroe se lo había ganado, con una exhibición de voleas en su encuentro contra el sueco. Con todas sus limitaciones físicas, consecuencia lógica del paso de los años, la propuesta de estos tenistas resulta atractiva. Es distinta en un juego donde son ya muy pocos los que se consienten hacer de la red un modo de vida.
Hubo foto de familia en el Palacio Real. Los seis protagonistas del torneo aprovecharon el sábado para hacer turismo, algunos con más tiempo que otros, caso de Bjorn Borg y Michael Stich, eliminados el primer día. La acogida ha sido buena, después del arranque tibio del viernes. Pese a las distintas generaciones que conviven en el grupo, de los 31 años de Costa al medio siglo de Borg, el espectáculo fue digno. Cuando hubo que disimular equilibrio competitivo así se hizo. Y a la hora de jugar, también se jugó. No están tan lejos los mejores días de Goran Ivanisevic, campeón de Wimbledon en 2002. Ni, evidentemente, los tiempos de Albert Costa, que dejó la competición hace poco más de un año. «McEnroe tiene 20 años más que yo, pero le he ganado de milagro», dijo el ilerdense, en realidad 16 años más joven que el tricampeón de Wimbledon y cuatro veces ganador del Abierto de Estados Unidos.
No han sido muchas las oportunidades de ver al estadounidense en la capital. Se llevó un torneo disputado en pista cubierta, en 1984, al derrotar en la final al checo Tomas Smid, e incluso se atrevió a jugar en el Club de Tenis Chamartín, ocho años después, ya en el crepúsculo de su carrera. Entonces le fue peor. Superó a duras penas a Marcos Pérez-Hubert, un invitado del club, antes de caer contundentemente frente a Pato Clavet. Ayer, quién sabe si en su última aparición por Madrid, se le escapó el título, pero hizo suyo el corazón de los aficionados, el de todos aquellos que echan de menos en el tenis de hoy a tipos como él.
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