CON MUCHA CARA / A sus 81 años, sigue trabajando porque le aburre eso de ir al parque «a hablar de batallitas». El último encargo, una baraja con amantes célebres de la Historia, entre las que se queda con Safo, la poetisa. «Pintar un árbol me aburre, a menos que haya una mujer desnuda al lado», afirma este artista simpar
La vida de Perellón (Madrid, 1926) ha transcurrido entre mujeres guapas. Y a las que no lo fueran, él las ha embellecido. Siempre, o casi, desnudas. La erótica de su obra, y los centenares de libros que ha ilustrado (pues ésa es su verdadera pasión artística, ya que la vital son las mujeres), impregnan las paredes y estanterías de su ático-estudio del barrio de Salamanca. Una de sus últimas obras es una baraja de naipes con amantes célebres de la Historia: Thais, madame de Pompadour, Cleopatra...
Pregunta.- Buen ático tiene...
Respuesta.- Lo encontré hace 37 años por casualidad. Trabajaba en la calle de al lado. Un día aparqué y vi que lo alquilaban por 10.000 pesetas. ¡Carísimo! Pero pasé años y años pagando eso.
P.- Tiene obsesión con las mujeres guapas.
R.- Siempre me ha gustado pintar señoras... Desde que me hice profesional de esto, a los 15 años, y tengo 81.
P.- Ahora es más fácil, pero cuando empezó a pintar mujeres desnudas le mirarían raro.
R.- Y me han quemado obras y galerías. ¡Y no me han quemado a mí porque no me he dejado! La Santa Inquisición estaba siempre detrás de mí.
P.- Ha ilustrado usted muchos libros. El último, el Decamerón.
R.- Es especial, porque son 10 tomos y lleva más de 100 planchas de aguafuerte y más de 1.000 dibujos. Ni el editor ni yo conocemos otro Decamerón como éste.
P.- Dice usted que ha sido siempre «un gran sinvergüenza».
R.- Pues sí. He sido borrachín, trasnochador, camorrista... Pero trabajador, cien por cien. Si me acostaba a las seis de la mañana -cuando la gente decente se levanta para trabajar-, yo me levantaba a las 12 o la una, y me quitaba la resaca trabajando.
P.- Es lo único que funciona contra la resaca...
R.- Y sigo trabajando. No hay mucha gente de mi edad que siga así. Yo no puedo comprender a esos jubilados que se van al parque a hablar de batallitas.
P.- Le mantiene vivo.
R.- Sólo ahora he bajado un poco el ritmo de trabajo. Lo próximo que voy a hacer es una exposición retrospectiva en Aguilas (Murcia). Lo que pasa es que me molesta mucho pedir los cuadros a los propietarios, así que voy a llevar los cuadros que tengo yo en casa, y que nunca se han expuesto.
P.- Desde los 15 años se ha ganado la vida pintando mujeres. ¿Cómo ha cambiado el concepto de belleza en la sociedad?
R.- Ha cambiado mucho, mucho. Yo fui consciente de lo que era una mujer a los cuatro años, cuando vi a la hermana de un amigo mío. Ella tenía 15 ó 18 años. La vi ponerse las medias y me entró una temblaera...
P.- Que aún no se le ha pasado...
R.- Luego me fui fijando más en la mujer hasta que tuve uso de razón. Uno de mis sueños era ser pintor: yo estaba en un estudio, llamaban a la puerta, entraba una mujer muy hermosa, se desnudaba y yo me ponía a pintarla.
P.- Ese sueño se ha cumplido cientos de veces.
R.- Y me entra la misma temblaera, porque claro... Aunque normalmente no son desconocidas. Y en algunos momentos pues... Pasa lo que pasa. Y si no hay asunto, pues tampoco pasa nada.
P.- Pintar es para usted como el acto sexual.
R.- Pintar un árbol me aburre, a menos que haya una mujer desnuda al lado.
P.- ¿No ha intentado pintar de memoria a la chica de las medias?
R.- Muchísimas veces, porque es precisamente mi primer destello. No sé cómo reaccionarán los chicos a esa edad, pero yo... Cuando la seguí viendo, la seguía mucho más. Siempre ha sido una obsesión.
P.- ¿Qué porte le gusta más del cuerpo femenino?
R.- El que más, el culo. Es un total, es una manzana, una fruta.
P.- ¿Y las modelos?
R.- Las profesionales tienen un problema: no se abren de piernas. A mí me gusta ver bien el coño, y pintarlo o no pintarlo.
P.- ¿Cómo surgió la idea de la baraja?
R.- Me encargaron una baraja. Propuse varias ideas y les gustó la de las amantes célebres. Por eso en vez de reyes, hay reinas.
P.- ¿Cuál es su favorita?
R.- Safo, la poetisa. No me gusta pintar a los hombres, prefiero una chica sola haciéndose el amor. Y si hay que pintar un hombre, me pinto yo.
P.- ¿Cuál es su debilidad en esta vida?
R.- Lo que me ha perdido han sido los coños. He sido un lascivo siempre y lo sigo siendo. Si tuviera que definirme en una palabra, más que artista, sería un lascivo.