Lunes, 16 de abril de 2007. Año: XVIII. Numero: 6329.
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Una 'ensaladilla rusa' contra Putin
La oposición al Kremlin consigue hacerse oír en las calles pero fracasa en su intento de tejer un movimiento unido contra el poder
DANIEL UTRILLA. Corresponsal

MOSCU.- Gari Kasparov juega una partida con fichas de todos los colores. Y así es imposible hacer frente a las torres del Kremlin. La oposición rusa es una ensaladilla de fuerzas, partidos, descontentos y proscritos tan dispar como deslavazada. De ahí que la labor de Gari Kasparov como aglutinador sea tan encomiable en la teoría como infructuosa en la práctica.

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El ex campeón mundial de ajedrez descarta presentarse a las presidenciales de 2008 y se conforma con ser un «catalizador» de las fuerzas de oposición al Kremlin, razón por la cual abandonó los tableros en abril de 2005 para situarse a la cabeza de la plataforma Frente Civil Unido, desde donde intenta articular un movimiento común de oposición denominado La Otra Rusia.

Bajo este palio se dan cita radicales de izquierda, reformistas de derecha, liberales o, simplemente, pobres desencantados que sólo tienen una cosa en común: denuestan la política centralizadora y autocrática del Kremlin, que en los últimos años ha logrado imponer una concepción monolítica de la vida política, sin disensión en la Cámara Baja (controlada por el partido presidencialista Rusia Unida), y con una mayoría de medios de comunicación embozados.

El arresto de Kasparov en Moscú durante la manifestación del pasado sábado logró romper momentáneamente el silencio informativo que el poder mantiene en torno a su figura.

El mejor ajedrecista de todos los tiempos carece de un rey, de una figura capaz de aglutinar el mapa heterogéneo de la oposición. El ex primer ministro Mijail Kasianov, que trabajó a la sombra del presidente Vladimir Putin entre 2000 y 2004, se presentará a las elecciones de marzo de 2008 como cabeza visible de la oposición. Sin embargo, su perfil liberal ligado a las controvertidas reformas económicas de los 90 lo distancia del electorado más vetusto, de los nostálgicos del comunismo que aplauden la lucha de Putin contra oligarcas enriquecidos en la transición al capitalismo, tales como el fundador de la petrolera Yukos, Mijail Jodorkovski, juzgado y encarcelado por estafa.

Precisamente, las protestas públicas de Kasianov por el arresto en 2003 de Jodorkovski (que aspiraba a presentarse a las presidenciales de 2008) desencadenaron su cese fulminante. Fornido y dotado de un vozarrón cavernoso, Kasianov tendrá que hacer encaje de bolillos para entretejer en sus mítines exigencias básicas de libertad de expresión, pluripartidismo o democracia (palabras hueras para los más ancianos) con otras demandas más palpables de tipo social como el aumento de las pensiones.

La reciente reforma de la ley electoral amparada por el Kremlin prohíbe las manifestaciones antes y después de las elecciones, o restringe el número de partidos, a los que exige mayor número de firmas para su registro, que deben formalizar de nuevo. Asimismo, el voto contra todos, versión rusa del voto en blanco, ha sido suprimido de las papeletas electorales, lo que impide a la oposición hacer campaña a favor del boicot electoral. El listón mínimo para acceder a la Duma se ha elevado del 5% al 7%, mientras que los candidatos independientes no podrán participar en los comicios de diciembre, donde sólo habrá lista de partidos.

De esta manera, el tardoputinismo intenta dejar a la oposición maniatada y bien maniatada para que no interfiera en la operación sucesión de Putin, que pasa por encumbrar a uno de los dos delfines ya seleccionados por el presidente: Serguei Ivanov y Dimitri Medvedev. El líder del Kremlin (contrario a modificar la Constitución para presentarse a un tercer mandato) los ha promocionado a ambos al puesto de primer viceprimer ministro, lo que les permite partir en igualdad de condiciones en la carrera sucesoria.

El perfil de Ivanov, peterburgués formado en los servicios secretos, se superpone al de Putin, que nació en la antigua capital zarista y fue agente de la policía secreta en Alemania Oriental. Ministro de Defensa desde 2001 hasta el pasado 15 de febrero, Ivanov representa al prototipo duro e inflexible frente a Medvedev, un jurista de corte más liberal encargado actualmente de supervisar los problemas sociales y económicos más acuciantes. Ello le dota de predicamento audiovisual entre las clases más modestas, verdadera masa electoral frente a las minorías intelectuales urbanas afines a los liberales o reformistas de la derecha.

Éstos son los principales partidos de la llamada oposición democrática (el partido liberal Yabloko y la Unión de Fuerzas de la Derechas), que sufrieron un severo varapalo en las legislativas de 2003 y se quedaron fuera de la Duma. Ni liberales ni reformistas se fían de Kasparov debido a la presencia en sus mitines de los radicales neobolcheviques del escritor Eduard Limonov (de parecido pasmoso a León Trotski). Tanto Limonov como Kasianov ahuyentan al Partido Comunista de Guenadi Ziuganov, que teme mezclar sus fichas con las de Kasparov pese a ser la fuerza con más peso en la Duma.

Frente a este mosaico colorido de la oposición se levanta la fuerza monolítica del partido oficialista Rusia Unida, que aspira a revalidar en las legislativas de diciembre su rotunda victoria de 2003. En los últimos comicios regionales de marzo, Rusia Unida volvió a sacar músculo y amasó el 46% de los votos. La formación Rusia Justa, que se autoproclama de centro-izquierda, ha sido fundada desde el poder para crear una falsa imagen de bipartidismo con la idea de chuparle votos a los comunistas, desangrados por la mengua creciente de su anciano electorado mellado por las privatizaciones.

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