Los ecuatorianos dieron una abrumadora victoria al presidente Rafael Correa en el referéndum celebrado ayer sobre la formación de una Asamblea Constituyente, para redactar una nueva Carta Magna. Un sondeo a pie de urna, realizado al concluir el proceso, indicaba que el 78,1% de los ciudadanos se manifestaron a favor de reformar la Constitución, mientras que el 11,5% se resiste a los cambios en el sistema político, que propugna el Gobierno.
El resultado extraoficial de la consulta popular consolida a la figura de Correa, quien había advertido que renunciaría a su cargo si no obtenía el respaldo necesario para su proyecto de «revolución ciudadana». Habiendo triunfado la opción del sí, los ciudadanos deberán concurrir a las urnas en octubre, para elegir a los 130 miembros de la Asamblea.
Correa, quien esperó el resultado de la encuesta en su domicilio, expresó que «Ecuador ha dado un paso gigantesco hacia la construcción de una sociedad auténticamente democrática, en la que todos los ecuatorianos podrán decidir su futuro».
En plena euforia por los resultados, Correa afirmó que su país ha saldado su deuda con el Fondo Monetario Internacional: «El jueves pagamos 40 millones de dólares, y no queremos saber nada más del FMI», dijo. En el mismo discurso, ante sus seguidores congregados, el presidente ecuatoriano anunció la expulsión del representante del Banco Mundial en su país, informa Reuters.
Al tiempo que Correa saludaba a la multitud que se congregó para celebrar su victoria, el presidente de Venezuela, Hugo Chávez, se felicitaba por la «paliza que los ecuatorianos propinaron al Imperio [EEUU] y a sus servidores en la América morena». En los días que antecedieron al referéndum, los detractores de Correa le atribuyeron el propósito de establecer una alianza estratégica con el controvertido líder caribeño.
Ante las denuncias de fraude que entrecruzaron los dirigentes de la oposición y el Gobierno, la policía y el Ejército desplegaron a más de 50.000 agentes alrededor de los centros de votación. A las 8.00 horas ya estaban abiertas la mayoría de las 36.873 urnas en las que más de nueve millones de ciudadanos debían depositar sus papeletas.
Aunque predominó la calma, en ciertas localidades se registraron incidentes en los que debió intervenir la fuerza pública. En Babahoyo, pequeña ciudad al norte de la capital, Guayaquil, un grupo de exaltados irrumpió en una escuela y al grito de «muerte a los espías de Chávez», agredió al presidente de mesa e intentó secuestrar a uno de los vocales. Los revoltosos alegaron que «la gente de Correa» había infiltrado a un venezolano, «experto en la manipulación de las papeletas». El líder opositor, Alvaro Noboa, negó que los sujetos estuvieran vinculados con su Partido Renovador Institucional de Acción Nacional (PRIAN) y acusó al oficialismo de montar «un esquema de provocaciones» para enlodar la imagen de los opositores y así tener una excusa para disolver el Congreso. «Correa quiere convertir Ecuador en una réplica de Cuba y Venezuela. Su amistad con Chávez lo dice todo», dijo. Rodrigo Puente, portavoz del Gobierno, replicó que «la ultraderecha está desesperada porque Ecuador se le va de las manos».
En la localidad de Zampra, cerca de la frontera con Perú, los agentes dispersaron con gas lacrimógeno a los partidarios de uno u otro bando, que se trabaron en una riña cuando esperaban el turno para votar.
Algunos observadores -los más optimistas- creen que la convocatoria de ayer hará descender el telón sobre la crisis que se desató cuando Rafael Correa se propuso cambiar el sistema político vigente (mediante esta consulta popular) y que se agravó tras la destitución de 57 legisladores que se oponían al proceso. Otros piensan que la contienda entre los sectores tradicionales y el Gobierno socialista de Correa no se resolverá y que conduce de forma inexorable a un periodo de incertidumbre y violencia.