Lunes, 16 de abril de 2007. Año: XVIII. Numero: 6329.
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Retrato de dos hermanos con un destino mortal
La hermana de los kamikazes que el sábado se inmolaron en Casablanca cuenta cómo fueron sus últimas horas
ALI LMRABET. Enviado especial

CASABLANCA.- En el número 182 de la calle Beni Makild, en el barrio de Derb Sultán, en Casablanca, vivían los hermanos Mohamed y Omar Maha, los dos kamikazes que accionaron sus cinturones de explosivos el sábado cerca del consulado de Estados Unidos. Ocupaban una suerte de apartamento en la azotea del inmueble, donde cohabitaban con su hermana y su padre, un obrero jubilado de una empresa de fabricación de vasos de plástico.

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Ayer por la tarde no había nadie en casa. Todo lo que queda de la familia Maha había sido llevado a comisaría. O a «otro lugar», señala un vecino. Una fuente policial subraya que el traslado es «para las investigaciones pertinentes».

El barrio de Derb Sultán fue un símbolo de la resistencia marroquí contra Francia en los años de protectorado francés en Marruecos. Este barrio díscolo fue duramente castigado en las terribles revueltas populares de 1981, cuando el Ejército marroquí enviado por Hassan II masacró a centenares de civiles cuyos restos siguen en paradero desconocido.

Mohamed Maha, el primer kamikaze que explotó al lado del consulado norteamericano, tenía entonces seis años. Hasta el sábado ejercía de estilógrafo en su casa. «Como Derb Sultán es territorio del Raja [uno de los dos grandes equipos de fútbol de Casablanca], los hinchas venían de todo el barrio para que sellara sobre sus camisetas los nombres y el número del futbolista preferido», afirma el vecino. Mohamed Maha era tuerto, por eso era conocido como el tuerto del tampón.

El menor de los Maha, Omar, el que se inmoló al lado del centro americano, nació en 1984. Como su hermano, tenía poquísima instrucción. Los que le conocieron le señalan como impenitente consumidor de qat, una droga de origen yemení que se mastica y se utiliza mucho en el este de Marruecos, en Oujda concretamente, pero no en Casablanca.

Omar fue contrabandista. Viajaba muy a menudo al norte del país, a Tetuán, y traía mercancías procedentes de Ceuta que transportaba hasta Casablanca. «Pero la aparición de grandes hipermercados cerca de los grandes barrios populares, los ACIMA y Marjane que pertenecen al grupo ONA, donde el rey tiene una confortable participación, han matado el contrabando y han empobrecido aún más esta franja marginal de la población», señala un economista que prefiere guardar el anonimato.

Según una confidencia policial recogida por este diario, en su declaración jurada la hermana Maha relató cómo transcurrió la última mañana de Mohamed y Omar Maha. Se levantaron temprano, como casi todos los días, y desayunaron normalmente. Uno estuvo mirando la televisión hasta que la bocina de un coche los sacó a la calle. «No nos dimos cuenta de nada. Absolutamente nada», habría dicho la hermana a los investigadores.

Los chicos de la calle de Beni Makild estaban bien considerados en el barrio. Nada hubiera hecho pensar que eran islamistas o radicales. No se les conocían amistades particulares, no llevaban barba, no frecuentaban ninguna mezquita, eran ciertamente un poco introvertidos, pero normales, como cualquier veinteañero.

Un comerciante del barrio que les conocía pone mala cara cuando se le pregunta por qué esos chicos decidieron suicidarse. «¿No le parece suficiente la mierda y la dejadez en la que vivían?», replica de manera desafiante. Un periodista que fue de los primeros en llegar a la avenida Mulay Yusef donde se encuentra el consulado de Estados Unidos, se percató de la pobre vestimenta de los dos terroristas. «Uno de los zapatos, ensangrentado y esparcido por la calle era de un modelo y de una forma que no se fabrica desde los años 70».

Para los expertos marroquíes en los grupos islamistas que se han multiplicado estos últimos años, explicar cómo Mohamed y Omar Maha se convirtieron en temibles kamikazes es todo un desafío. Aunque auguran otros atentados, y prevén que otros kamikazes (la policía busca 10) están seguramente mirando la televisión en sus casas, al lado de familiares que ignoran las intenciones de sus hijos o hermanos, son incapaces de aclarar cómo se hace el reclutamiento y quién lleva la batuta.

Lo indudable es que alguien convenció a los hermanos Maha de que la vida de allí arriba era mejor que la de abajo. Antes de accionar sus detonadores, los dos hermanos señalaron con la mano al cielo, hacia Dios, como lo hacen todos los islamistas cuando quieren decir, con un simple gesto que «no hay nada más grande que Alá». El famoso humorista marroquí Ahmed Sanusi, Bziz, fue despertado el sábado por el estruendoso ruido ocasionado por las explosiones.

Salió a la calle a ver lo que pasaba. Los transeúntes le reconocieron y pararon a este artista al que le prohibieron ejercer su profesión hace mas de 18 años para saludarle y pedirle su opinión. «Estoy en contra de toda forma de terrorismo y soy solidario con todas las víctimas, pero tengo la obligación moral de decir que la pobreza, la falta de libertades y de democracia son en parte las causantes de la tragedia en la que vivimos».

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