ISABEL SAN SEBASTIAN
Aunque toda España esté sufriendo el tormento de las obras llevadas al paroxismo con el fin de inaugurar antes de las elecciones, lo que se juega el próximo 27 de mayo es mucho más que el gobierno de los ayuntamientos y de algunas comunidades autónomas. Mucho más que el color del alcalde que va a regirle a uno el pueblo. Mucho más de lo que nos cuentan los políticos.
Basta ver la vehemencia con la que desde el cuartel general del PSOE desmienten que estos comicios sean asimilables a unas primarias para comprender que, en efecto, lo son. Lo que sentencien las urnas ese domingo permitirá aventurar con escaso margen de error cuál será el veredicto que arrojarán a la vuelta de un año, si es que el presidente no adelanta el calendario o se producen factores tan imprevistos como lo fueron los atentados del 11-M que tiraron por tierra todos los pronósticos. Los españoles no irán a votar únicamente en función del asfaltado de sus calles, mal que les pese a algunos, sino que aprovecharán la oportunidad para expresar cosas mucho más trascendentes, como la opinión que les merece la negociación con ETA o la investigación del atentado terrorista más devastador de nuesta Historia. Y cada palo habrá de aguantar su vela.
Pero aun hay más. Si existe un lugar en el que esas elecciones van a desarrollarse en múltiples planos sobrepuestos, ese lugar es Madrid, donde se ventilan feroces batallas internas. En la Alcaldía de la capital el candidato socialista no es otro que Zapatero, disfrazado de desconocido llamado Miguel Sebastián, y el que parte como favorito con los colores del PP juega a mucho más que conservar su puesto. Alberto Ruiz-Gallardón aspira a suceder a Rajoy e impregnar a todo el partido de su peculiar estilo de hacer las cosas, convencido de que él, y sólo él, puede reconquistar La Moncloa. Esperanza Aguirre tampoco descarta ser la Hillary española, o acaso más bien nuestra particular Angela Merkel, y sabe que para ello debe empezar por consolidarse en el poder local y vencer a un Simancas que contempla esta campaña como su «último tren a Catanga». Oficialmente los rivales son Gallardón - Sebastián y Simancas - Aguirre, pero a servidora le interesa mucho más el pulso Alberto - Esperanza. ¿Cuál de los dos sacará más votos en la parte de territorio que comparten? ¿Qué pesará más en la balanza del alcalde, el anhelado apoyo de los «intelectuales progresistas» a los que corteja o el presumible abandono de muchos de sus votantes naturales? ¿Qué concepción del PP resultará vencedora? A largo plazo, esa pugna es la que realmente importa.
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