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¿Qué es, en el fondo, actuar, sino mentir? ¿Y qué es actuar bien, sino mentir convenciendo? (Laurence Olivier) |
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COMENTARIOS LIBERALES |
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Quién sigue siendo |
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FEDERICO JIMÉNEZ LOSANTOS
El 11-M fue una masacre destinada a echar del poder al PP y a hacerle ganar al PSOE unas elecciones que tenía perdidas. Por supuesto, había que explicar la masacre para que surtiera efecto en la opinión pública y había que movilizar a toda la izquierda, radical o abstencionista, para votar al derrotado Zapatero. Eran precisos dos objetivos: matar y contarlo, asesinar y adjudicar políticamente el asesinato a quien no lo había cometido, es decir, al PP. Y si la masacre fue tremenda, la operación de agit-prop fue espectacular, una de las obras de ingeniería mediática más brillantes del último siglo, sólo comparable a las grandes hazañas de Willi Munzenberg en la Komintern o a las de Goebbels en la Alemania nazi, particularmente la manipulación del incendio del Reichstag que tantas analogías guarda con la manipulación del 11-M por el PRISOE.
El PSOE y Polanco se hicieron con el poder, o más bien lo recuperaron del todo, porque, como luego hemos visto, mantenían piezas clave en el Ministerio del Interior y en el CNI, amén de una capacidad intelectual casi comparable a su audacia ejecutiva para crear unas evidencias falsas, las de Al Qaeda, que parecieran desmentir las que de inmediato aparecieron como ciertas, las de ETA, que siguen siendo las más verosímiles. Pero tres años después, no sabemos quiénes fueron los autores materiales de la masacre. A cambio, sigue funcionando diaria e implacablemente aquella formidable máquina de manipulación que tuvo en los supuestos terroristas suicidas de la Ser, la mochila de Vallecas, la Renault Kangoo, las cintas coránicas, el vídeo de reivindicación islamista y, sobre todo, la campaña de cerco y asalto a las sedes del PP patroneada por PRISOE sus momentos estelares, que desembocaron en el triunfo electoral de la Izquierda el 14-M. Y al que el supuesto suicidio de todos los terroristas en Leganés debía poner punto final.
Pero tres años después sabemos que lo que estalló en los trenes no fue el explosivo que el PSOE, a través de sus fuentes, nos venía diciendo desde entonces; que la minuciosa manipulación policial del sumario a través del juez y la fiscal ha sido una tarea tan ciclópea como perecedera; que la mochila de Vallecas que condujo a Zougam y la trama dizque islámica en la misma víspera de las elecciones era una prueba falsa, como la Renault Kangoo o el Skoda Fabia, como el multisuicidio de Leganés, que está contado de tres formas distintas en el sumario y otras tres en el juicio, y que sólo puede convencer a Gallardón y a los convencidos de antemano de que lo que diga el PRISOE es la verdad. No lo es. No sabemos quién ha sido el autor material de la masacre, pero sí quién ha sido el autor intelectual de su manipulación política. O sea, quién sigue siendo.
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