Martes, 17 de abril de 2007. Año: XVIII. Numero: 6330.
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política JUAN GARCIA

Hay un tópico en política y es esa frase que dice que el poder desgasta sobretodo a la oposición. Pero los datos del último sondeo publicado por el Centre d'Estudis d'Opinió (CEO) de la Generalitat de Catalunya parecen corroborarlo fehacientemente.De hecho, ahora que gobiernan, los socialistas han conseguido ponerse por primera vez por delante de CiU en preferencias de voto en unas supuestas elecciones autonómicas.

Ese estudio, el barómetro de primavera del CEO, sitúa también por primera vez al presidente de la Generalitat, José Montilla, por delante de Artur Mas en valoración de líderes. A Montilla sólo le supera Josep Antoni Duran i Lleida, que encabeza la clasificación con un 5,64 sobre 10. A partir de estos datos hay, lógicamente, muchas lecturas posibles, pero yo me quedo con dos, opuestas o complementarias entre sí: que la subida de Montilla es un mérito suyo o que es un demérito de Mas. Es decir, que la mejora en la valoración del actual presidente de la Generalitat es fruto de sus virtudes políticas o que se trata de una pérdida de confianza del electorado en la oposición que lidera Mas.

Probablemente, la razón esté en una mezcla de ambas, con dosis de otros argumentos que no utilizaremos en esta columna. Si Montilla aumenta la apreciación que de su gestión hacen los ciudadanos es debido a él, porque en caso contrario no mejoraría su puntuación aunque tampoco lo hiciera la de sus rivales políticos. Y parece evidente, a la vista de los resultados de este barómetro, que la gente agradece el estilo, la fuerza tranquila, que pregona Montilla desde la plaza de Sant Jaume. Viniendo de dónde venimos, de una anterior legislatura en la que predominaron las turbulencias, los electores valoran lo que supone un estilo de hacer política que huye del ruido como el gato escaldado del agua hirviendo.

No es una buena noticia para aquellos que predicen la desnacionalización de Cataluña, acusando al presidente de la Generalitat de falta de ambición nacional, como si esta cosa obligara al enfrentamiento permanente, al emponzoñamiento de las relaciones entre Catalunya y España, o el resto de España como ustedes prefieran, como método de trabajo. Mala noticia para aquellos que afirman en un prodigio de alarde intelectual que si las cosas no van mal es seguro que es porque Madrid, ¡vaya entelequia!, se está saliendo con la suya.

Es curioso en este sentido que en el citado barómetro se refleje también que, contra lo que había venido sucediendo desde que se empezaron a realizar estas encuestas, los catalanes perciban mejor la situación política catalana que la española, veinte puntos porcentuales de distancia.

Los resultados del barómetro no son, en cambio, tan positivos para los socios de Montilla en el nuevo tripartito. Tanto ERC como IC ven cómo decrecen sus porcentajes de intención de voto.En el caso de IC hay que reconocerle que pegó un estirón muy fuerte en los últimos comicios; el barómetro de primavera del CEO, en cualquier caso, le concede un 7,2%, superior al de las anteriores elecciones catalanas. El problema de ERC es otro.La ciudadanía va a acabar percibiéndolos como una reedición del doctor Jekyll y Mr. Hyde. Un día escuchamos cantos de lealtad a la política española y otro nos desayunamos con una oferta para romper el tripartito si reconvoca un referéndum por la autodeterminación.

En la oposición, el PP se mantiene en un 4,1% del que no deberían estar muy orgullosos y Ciutadans paga su falta de perfil político desde que entraron en el Parlament de Cataluña. Lo de Mas es otra cosa y una parte de su electorado asegura que no sabe que quiere ser en líder convergente de mayor: si el fiel y exigente aliado de Madrid que fue Pujol o el líder de la autodeterminación.

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