Los amantes de las extravagancias de Salvador Dalí podrán disfrutar de la visita a dos nuevos espacios exteriores de la casa que el artista tenía en Portlligat: la zona del palomar y el patio del olivar, en el que se ha restaurado El Cristo de las basuras, un montaje efímero que el genio ampordanés creó a finales de los años 60, y que ayer presentaron responsables de la Fundació Gala-Salvador Dalí.
Situada en la bahía de Portlligat, al norte de Cadaqués, esta casa-museo se abrió al público en 1997. Un año después, toda la finca (de unos 15.000 metros cuadrados) fue declarada Bien Cultural de Interés Nacional por la Generalitat. Desde esta temporada, las visitas están abiertas además a una extensión de terrazas con olivares, donde se divisa la bahía, a los pies de la casa.
La fundación ha restaurado estos exteriores, ha reconstruido los muros de piedra seca y ha recuperado los pequeños montajes que había en ellos. Uno de los más llamativos es el palomar, diseñado y blanqueado por Dalí en 1954, y en el que una docena de horcas se clavan en las paredes; un gran huevo preside el tejado. En este mismo espacio se encuentra también la llamada Torre de las Ollas, una torre que, como su propio nombre indica, tiene ollas rotas adosadas a su pared, las cuales aumentan el aullido del viento.
En el techo, Dalí instaló placas de cristal para buscar una perspectiva de cuerpos flotando. Para ello, hacía poner modelos encima y los miraba desde abajo. Más allá, aparece tumbado el Cristo de las basuras, un ensamblaje de grandes dimensiones realizado por el genio después de una gran riada que, a finales de los 60, trasladó todo tipo de objetos imprevisibles.
«Las costillas de Cristo están hechas con los restos de una barca, su cabeza es una especie de esfera metálica, y todo tipo de hierros sugieren la corona de espinas, unos trozos de neumático medio requemado son los dedos de las manos», dijo ayer Antoni Pitxot, director del Museu Dalí. Así, el Cristo de las basuras representa «una instalación efímera que pasó muchos años abandonada y que el tiempo iba deteriorando», según Antoni Pitxot, pero asegura que su institución la ha devuelto a «algo muy parecido a lo que era».
Debido a la idiosincrasia del edificio, para garantizar la calidad de la visita al interior de la casa se permite acceder a grupos de ocho personas cada 10 minutos, lo que ha provocado la queja de algunos asistentes. «El hecho que abramos estos nuevos espacios, donde no hay límite de tiempo, hace que las personas puedan disfrutar del paisaje, además de nuevas piezas de Dalí», indicó Lluís Peñuelas, secretario general de la fundación.
La casa de Portlligat, construida encima de tres barracas de pescadores, es una sucesión de pequeños espacios encadenados por estrechos pasadizos, desniveles y recorridos laberínticos que recibe 100.000 visitas al año.