Martes, 17 de abril de 2007. Año: XVIII. Numero: 6330.
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Toda persona honrada prefiere perder el honor antes que la conciencia (Michel de Montaigne)
 CULTURA
PREMIOS MAX 2007
Arrabal: rey, sátrapa, gran mandarín y pequeño 'maradona'
El autor dedica el galardón de Honor a «la señora de los lavabos» en el discurso más 'patafísico' -cómo no- de la gala
Q. ALSEDO

BILBAO.- La entrada al Palacio Euskalduna de Bilbao era el metro en hora punta, todo flequillos cardados y pasadores en las corbatas, cuando se divisó una figura regia entre la multitud. Regia, si bien pequeñita. Escoltado por un asistente, mirando en su derredor como un niño, con pinta de abuelo travieso -o también de niño adulto-, llegaba Fernando Arrabal ataviado como de príncipe chino, aunque él probablemente preferiría emperador. De Asiria, en concreto.

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La situación era evidentemente patafísica, pero no sólo eso: también pánica. Así que estaba justificado: nervios, confesaba Arrabal. «Uff, sí, sí, muchos», contaba, «estas cosas me ponen muy nervioso». ¿Tenía previsto alguno de sus habituales e inevitables shows de histrión para recoger el Max de Honor, ése que hasta tiene Buero Vallejo? «No, no sé a qué se refiere usted», se hacía el loco con una sonrisilla. Tantos títulos ya en la buchaca ¿y todavía siente el gusanillo?: «Hombre, todos los premios son importantes, pero una vez me dieron el... Una vez me dieron el de sátrapa y...», acertó a decir antes de que la corriente se lo llevara a las profundidades del Euskalduna [se refería Arrabal al título de Trascendente Sátrapa con que el Colegio del Pánico le distinguió en 1990].

Pero hubo show, vaya si lo hubo. Mediada la ceremonia, recibido por un coro de mariachis cantando y una coreografía a la altura de su extravagancia -entre Los ángeles de Charlie y Almodóvar-, entró Arrabal a escena subido a una escalera de avión, con corona y báculo. Lo que sigue, más o menos, fue su insólito, genial parlamento, secundado por la ministra Carmen Calvo y por Ana Diosdado, presidenta de SGAE: «Bueno, le agradezco mucho a Sol Picó este disfraz de rey, yo diría aún más, ¡de rey del mundo! Porque nunca hubo un rey tan feliz como yo, con una corona que... Pero, ministra, diría que, con ese vestido, ¡la veo muy republicana!» -efectivamente Calvo, que se limitó a sonreír sin más, por si acaso, casi iba de bandera tricolor-.

Arrabal, que de nervios nada, comenzó a coger ritmo tras un muy teatral parón: «Sí, sí, merezco este honor porque creo que soy un poquitín famoso pero totalmente desconocido. Me para gente y me dice: 'Le admiramos muchísimo, ¡es usted un gran fabricante de relojes!'. Quienes me han dado este premio, estas damas republicanas [Diosdado ya incluida en el saco], le han echado coraje. En la TV francesa ya saben que soy incontrolable, eso lo sabe hasta el alcalde de... de... de Bilbao», dijo, al borde del imperdonable olvido.

Y siguió, imperial: «¡Dedico este premio a la señora de los lavabos! ¡Y a la taquillera! ¡Y a las azafatas! Y también a mi mano derecha, a la que todas las noches digo eskerrik asko, mírenla, mírenla... Y cuando me voy a dormir y ella me ha dado placer y dolor... Bueno, creo que he sobrepasado mis 55 segundos [llevaba ya cinco minutos]...», terminó, y soltó una risotada de niño malo-malo.

Pero no quedó ahí la cosa. Después de despedirse levantando el trofeo a lo Maradona con la Copa del Mundo (lo que convirtió a Carmen Calvo y Ana Diosdado en Valdano y Burruchaga), Arrabal coronó semejante derroche de imaginación minutos después ante la prensa con una antológica colección de frases. Explicó que su atuendo proviene «del Colegio Patafísico de Pekín, que acaba de participar en París en el Congreso Mundial del Pelo», admitió que «mi teatro es bestial y catacúmbico y está cambiando el mundo», habló también de su adorado Echegaray -«Le tengo tanta devoción, que sólo me falta leerle»-, y animó a todos los presentes a coger «un patinete o un helicóptero» e «ir al teatro microscópico que están haciendo Manu en Madrid o Antonio El Peruano en Murcia». Dicho lo cual, Arrabal bendijo a sus súbditos y los abandonó a su suerte.

FOTO TITULADA

LA HORA PANICA.

¿Smoking o traje? ¿Pajarita o corbata? ¡Eso es para los aburridos! Cuando uno es Fernando Arrabal, va a los actos de homenaje vestido de gran mandarín y con capa y corona de monarca medieval, que, un día es un día. ¿Y si la ministra de Cultura trae un traje medio republicano? Pues se la corteja como un caballero. Faltaría más.

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