El secreto mejor guardado del nuevo rock español viene directamente de Egipto. No del de las pirámides: de la pequeña aldea de Exipto, en A Coruña.
Se llaman Triángulo de Amor Bizarro, su primer disco (editado por Mushroom Pillow) es homónimo y el nombre, salido de una canción de los británicos New Order, despista. Nada de tecno pop: estos tres gallegos veinteañeros hacen un rock ruidoso y agresivo, de letras contundentes y emocionantes distorsiones, en la línea de Jesus & Mary Chain y, por poner dos referentes patrios, Mercromina y los Lagartija Nick de Su.
Nada nuevo bajo el sol, pero sí dos rasgos distintivos y no tan habituales en el panorama underground español: una voz enigmática, atractiva y comunicativa (que, además, recita en español letras con enjundia), y una convicción muy por encima de la media: ganas de expresar cosas, en definitiva, lejos del onanismo habitual.
«Es que queremos contar nuestra visión del mundo, aquí se ha hecho demasiado karaoke», cuenta por vía telefónica Rodrigo, cantante y guitarrista de la banda y autor de un certero análisis: «En el pop español hay muchas actitudes que no son naturales: la música dice una cosa, el músico dice otra, en muchos casos no hay discurso ni alma... Por lo general, no se aprovecha lo que puede ofrecer como plataforma la música. Nosotros queremos hablar alto».
Triángulo de Amor Bizarro supone la evolución del noise pop surgido en España en los años 90. De aquella generación, prácticamente sólo Los Planetas trascendieron: el resto se perdió balbuceando un inglés de Cuenca y mirándose los zapatos en pleno concierto: es decir, sin más pretensión que copiar a Sonic Youth, Pavement y demás puntas de lanza de la época. El grupo coruñés mimetiza también, pero aporta una personalidad propia y dirige su actitud al público.
Sin versiones
«Nuestras vidas no eran apasionantes, vivíamos de trabajos de mierda y hace tres años cogimos los instrumentos. Yo tocaba un poco la guitarra, Isa [bajo] también y Julián, que llegó a trabajar de demoledor, no había tocado jamás una batería. Empezamos a componer directamente, no hicimos versiones, por eso todo ha ido tan rápido», explica Rodrigo.
Apenas 10 canciones y 33 minutos de música les han colocado con bronco estruendo en el panorama: las críticas han sido unánimamente excelentes. La producción, a cargo de Carlos Hernández, habitual de Los Planetas, ha conseguido encauzar la discreta pero expresiva capacidad instrumental del grupo.
Y nada de estudios: «Grabamos ahí mismo, en Exipto, en un caserón, en cinco días, rezando para que los vecinos no llamaran a la Policía». Las letras, ya se ha dicho, son otro de sus capitales: ariscas, malvadas y hasta marrulleras. El rock, en definitiva, vuelve a ser peligroso. «Las letras no las hago sólo yo, son ideas colectivas, es un rollo caótico que...», galleguea un tanto Rodrigo, que cita a Stereolab como referente «más que Jesus & Mary Chain [muy discutible]» y también, aunque muy lejanamente, a los míticos My Bloody Valentine.
Hay otra noticia: Triángulo de Amor Bizarro quieren vivir de la música, no como tantos proyectos que surgen del underground más como juego de juventud. «Sí, claro que queremos comer de esto, es lo que nos alimenta espiritualmente y también queremos que lo haga de otra forma. Ahora tenemos que girar para presentar el disco, y el año que viene queremos grabar el segundo. Del primero, en realidad, estamos ya hartos».