Martes, 17 de abril de 2007. Año: XVIII. Numero: 6330.
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La triste coyunda de policías y ladrones
VICTORIA PREGO

Demasiadas cosas feas que producen enorme inquietud fueron saliendo ayer a lo largo del día, como granos diseminados en un cuerpo, que van estallando uno a uno bajo la presión de los dedos y cuyo contenido infeccioso acaba inundando el escenario con esa materia purulenta que, si no hubiera sido por la presión ejercida, habría permanecido siempre oculta a los ojos de todos.

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Este juicio no solamente va a establecer cuáles de los hechos producidos son hechos probados y cuáles de las autorías sospechadas de la matanza son autorías ciertas. También está sirviendo para que nos asomemos como jamás lo habíamos hecho a ese espacio de cloacas por el que a veces se mueven las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado. Ayer estuvimos todo el día deambulando por ese territorio hediondo ante el que los propietarios del pensamiento impecable podemos permitirnos el lujo y la libertad de exhibir escándalo y repulsión, pero sin cuyo conocimiento e íntimo trato no es posible luchar eficazmente contra el delito. Claro que también existe el riesgo de que, en un determinado momento, el representante de la ley y el representante del crimen nos sometan inesperadamente a una estremecedora sesión de pornografía dura en vivo y en directo en la que el bueno y el malo se enredan y se confunden de modo que acaban siendo un solo e indistinguible sujeto. Ayer pasó. Muchas veces un ángel negro cruzó la sala.

Por entrar en detalles, aparecieron en escena varios personajes oscuros. Uno de ellos fue 'El Nayo', imputado por otros delitos y del que se supone que está en el extranjero y en paradero desconocido. Pero, con total estupefacción, escuchamos de boca de un amigo suyo que la Guardia Civil viajó en avión de Santo Domingo a España con la mujer de El Nayo y con una hija suya para que fuera atendida por un médico. Si eso fuera así ¿cómo es que el sujeto no ha sido ya traído aquí de las orejas para dar cuenta de sus culpas? Naturalmente, el tribunal va a hacer los movimientos necesarios para que una situación tan intolerable no se siga manteniendo. Pero esto lo tenía que haber hecho mucho antes la Policía o la Guardia Civil. ¿Por qué lo han mantenido hasta ahora lejos y a salvo? Esperemos que no sea por lo que ayer oímos decir en la sala, a saber: porque si este tipo hablara, más de un servidor de la ley iba a quedar pringado en este desastre.

Todo de purititos bajos fondos, todo moviéndose en ese terreno secante entre la ley y el crimen donde lo más espeluznante es comprobar la proximidad, la intimidad, la fusión incluso, entre policías y ladrones. Y luego está ese dato de los 150 kilos de explosivos que la Guardia Civil sabía desde marzo de 2003 que tenían los asturianos para vender, y cuya ocultación volvió a querer ser tapada por los responsables de una manera que induce a la más absoluta desconfianza sobre la veracidad de sus versiones.

Pero el colmo llegó al final, cuando un testigo se descolgó diciendo que el mismo día 11-M por la noche -¡el día del atentado!- unos individuos, que no se identificaron como policías sino como miembros del Ministerio del Interior, fueron a a su casa a amenazarle de muerte si no les daba el paradero de dos hombres que, a esas alturas, se supone que no podían estar aún en el punto de mira policial: Allekema Lamari, uno de los siete de Leganés que, precisamente, no fue identificado hasta seis meses después del suicidio colectivo, y Mohamed Afalah, otro de los autores de la masacre, que se dice que murió en atentado suicida en Irak.

El tipo asegura que eso fue el 11-M. Y dice que tiene testigos. Una sesión espantosa.

victoria.prego@el-mundo.es

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