Martes, 17 de abril de 2007. Año: XVIII. Numero: 6330.
MUNDO
 
PANICO EN EL CAMPUS / Un pistolero mata a 32 jóvenes en la Universidad de Virginia / En un periodo de dos horas, el asesino acaba con la vida de dos alumnos en la zona de dormitorios y de otros 30 en la facultad de Ingeniería
Un pistolero mata a 32 personas en la Universidad de Virginia
En un intervalo de dos horas, el autor de la mayor masacre de estudiantes en EEUU asesinó a 2 en una residencia y al resto en aulas de Ingeniería
CARLOS FRESNEDA. Corresponsal

NUEVA YORK.- Armado con dos revólveres y disparando a discreción de puerta en puerta, un joven pistolero de origen asiático causó ayer la mayor matanza en serie en la historia de Estados Unidos. Al menos 32 estudiantes murieron y otros 29 resultaron heridos en la masacre del campus de la Universidad Técnica de Virginia, en Blacksburg, a los pies de los Montes Apalaches. El pistolero inició su periplo homicida a primera hora de la mañana en la residencia West Ambler Johnstons, donde decenas de estudiantes rezagados saltaron desde las camas para escapar de los disparos lanzándose desde la ventana del segundo piso.

Dos horas después, y mientras la policía investigaba el incidente, el asesino reapareció en el otro extremo del campus, el Norris Hall, y empezó a disparar de clase en clase.

«La gente hizo barricadas para que no pudiera entrar en sus aulas», relató a la Fox un estudiante, Blake Harrison. «Otros salieron corriendo despavoridos por los pasillos: todo estaba lleno de sangre». El pistolero actuó en solitario y murió en el campus. La policía confirmó que el homicida se suicidó. La matanza golpeó ayer la conciencia de los americanos con tanta intensidad como la masacre del instituto Columbine.

«Nuestra universidad ha sido golpeada hoy por una tragedia de proporciones monumentales», dijo el presidente de la Virginia Tech, Charles Steger, mientras subía el recuento letal por minutos. «No puedo expresar mi sensación de pérdida ante un acto tan incomprensible y horrible».

El presidente Bush dijo sentirse «horrorizado» por lo ocurrido. «Nuestra nación está conmocionada y entristecida por la noticia de los tiroteos [...]. Laura y yo, y muchos en toda la nación estamos rezando por las víctimas y sus familias» y todos los afectados por «esta terrible tragedia», dijo en una breve declaración desde la Casa Blanca. «Las escuelas deben ser lugares seguros, santuario de aprendizaje. Cuando ese santuario se viola, el impacto se siente en todas las aulas estadounidenses y en todas las comunidades» del país», observó Bush.

La presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, convocó un minuto de silencio y de rezo. En el Congreso volvieron a resonar las alicaídas voces favorables al control de las armas.

Las imágenes de las fuerzas de asalto con sus fusiles y de los estudiantes transportando a una riada de heridos hasta las ambulancias desplazaron por un día a los atentados de Irak. Los vídeos caseros grabados con móviles se solaparon en las televisiones con los testimonios sangrantes de los surpervivientes...

«El tiroteo empezó en el piso de arriba y el responsable nos encerró en los dormitorios», relató el estudiante Aimee Kanode, de 18 años. «Cuando levantaron el cierre y la gente abría la puerta, el pistolero disparaba. Muchos nos quedamos prendidos a internet, intentando saber lo que estaba ocurriendo. Otros saltaron desesperados por la ventana». Jason Anthony Smith, de 19 años, llegó a comunicarse con el exterior durante el primer tiroteo con su móvil: «Hay una gran conmoción. Se han escuchado disparos y voces. Es muy difícil saber lo que está pasando». «Es una locura, hay tanta gente muerta como en el instituto Columbine», llegó a decir otro estudiante a una emisora local.

La policía local, sin embargo, restó pólvora al incidente. Los primeros despachos oficiales, cinco horas después del comienzo del tiroteo, hablaban tan sólo de un muerto. Los propios estudiantes pusieron sobre el tapete la seguridad y se preguntaban cómo el pistolero pudo desplazarse, al cabo de dos horas, hasta el otro extremo del campus y consumar allí la matanza (al menos 30 fallecieron en las aulas del Norris Hall, cuando comenzaban las clases).

Los alumnos recalcaron también el desalojo que se produjo hace tres días, cuando la universidad -en la que estudian 28.000 jóvenes- fue desalojada por dos amenazas de bomba. «Todo lo que se oía fue un aviso repetitivo por megafonía diciendo: «Pistolero en el campo: cierren las puertas y las ventanas», declaró el estudiante Justin Merrifield, que prensenció desde fuera el tiroteo en el edificio de los dormitorios. «Estoy indignado porque la única información que teníamos es un e-mail que nos llegó diciendo que había habido un tiroteo a las 7.00 horas de la mañana y que lo estaban investigando», declaró a la CNN otro estudiante, Kason Piatt. «En ningún momento se mencionó la suspensión de las clases o el cierre del campus».

Desbordado por la magnitud de la tragedia, el jefe de policía del campus, Wendell Finchum, confirmó la muerte del pistolero, pero no reveló su identidad. Finchum precisó que el asesino había actuado en solitario y usando dos revólveres, aunque tampoco aclaró cómo pudo desplazarse de un extremo al otro del campus después de haber matado a dos estudiantes en los dormitorios.

El presidente de la universidad tampoco dio más información sobre el lapso de dos horas entre un tiroteo y otro y la decisión de mantener abiertas las clases a pesar de la presencia en el campus del pistolero. El fiscal general de Virginia, Bob MacDonnell, confirmó la cifra final de 33 muertos, incluyendo al pistolero, y 29 heridos. Disparó a discreción sin mediar palabra.

La ciudad de Blacksburg (en la esquina suroeste de Virginia, a 400 kilómetros de Washington) desplazó entretanto a Columbine en la conciencia de los norteamericanos, que se siguen manifestando mayoritariamente a favor del derecho a llevar armas. «Vivimos en una sociedad donde las pistolas están muy bien aceptadas», denunció Jim Sollo, portavoz de Virginianos contra la Violencia Armada. «Hay 200 millones de armas en circulación y es obvio que una parte de ellas va a caer en manos equivocadas».

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