Martes, 17 de abril de 2007. Año: XVIII. Numero: 6330.
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Grave crisis del Gobierno de Irak tras la retirada de los seis ministros de Al Sadr
La coalición oficialista de Nuri al Maliki podría quedar en una frágil minoría en el Parlamento
JAVIER ESPINOSA. Corresponsal en Oriente Próximo

El Gobierno iraquí que lidera Nuri al Maliki se sumió ayer un grave revés político después de que uno de sus principales soportes, el clérigo chií Muqtada al Sadr, ordenara a los seis ministros que le representan en el Ejecutivo que abandonen sus puestos. Aunque al cierre de esta edición la dimisión del sexteto no se había formalizado, la decisión de Al Sadr confirma la crisis abierta que existe ahora entre el religioso y Al Maliki, cuya permanencia al frente del Gobierno depende en gran medida del apoyo de la treintena de diputados que controla el clérigo.

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La coalición oficialista que comanda Al Maliki disponía del sustento de 130 legisladores, pero tras la defección de los 15 del partido Al Fadila en marzo y el anuncio de Al Sadr quedaría en una precaria minoría en un Parlamento de 275 diputados. El jefe del grupo parlamentario sadarista, Nassar al Rubaie, anunció tal decisión en una rueda de prensa en la que acusó al primer ministro de «ignorar los deseos del pueblo». «El pueblo se reunió en una manifestación de millones para pedir un calendario para la retirada [de los soldados extranjeros]», indicó refiriéndose a la masiva convocatoria que reunió a cientos de miles de seguidores de Al Sadr en Nayaf el pasado día 9, cuando el religioso exigió la salida de las fuerzas de ocupación y recibió una réplica negativa de Al Maliki.

El religioso chií parece haber recuperado su retórica más antiamericana tras casi dos años de relativo silencio después de la confrontación militar que alcanzó su clímax con la batalla de Nayaf, en 2004. El pasado día 4, uno de sus representantes anunció la expulsión del movimiento de dos parlamentarios por el simple hecho de haber participado en una reunión a la que asistieron militares de EEUU. Dos días más tarde, fuerzas controladas por Washington y soldados iraquíes lanzaban la llamada operación Aguila Negra en la ciudad sureña de Diwaniya, donde las milicias de Al Sadr disponen de una amplia implantación. La arremetida, que todavía no ha concluido, propició en los primeros días violentos combates en las calles.

La acometida en Diwaniya y los repetidos ataques de los militares estadounidenses en Ciudad Sadr, el gran suburbio chií de Bagdad, podrían haber sido otra de las causas del giro político protagonizado por el clérigo, quien, al comenzar la última ofensiva en Bagdad en febrero, dio órdenes a sus activistas de mantener un perfil bajo y no responder a las acciones de las tropas extranjeras. «Al Sadr se encuentra bajo una creciente presión por su apoyo tácito al plan de seguridad. Por ello tienen que restaurar la disciplina interna: lo que hace es retirarse del proceso político y volver a la calle», opinaba ayer Joost Hiltermann, analista del Grupo Internacional de Crisis.

Al Maliki recibió la noticia con cierto sarcasmo a tenor del comunicado que difundió su oficina en el que daba la «bienvenida» a tal decisión, porque así podría otorgar los seis puestos a «personas cualificadas y no por su afiliación sectaria». Los seis ministros de la corriente sadarista controlaban carteras tan significadas como Salud o Transporte y en numerosas ocasiones fueron acusados por los medios cercanos a la minoría suní de utilizar tal posición para reclutar a miembros de su secta o incluso para convertir escenarios como los hospitales en recintos donde actuaban los tristemente célebres escuadrones de la muerte.

La determinación de Al Sadr se produce en medio de un escenario de creciente caos político, con maniobras como la que está liderando el también chií Iyad Alaui para conformar una coalición que arrebate el Gobierno a Al Maliki, cada vez más frágil. El primer ministro no sólo debe lidiar con el recrudecimiento de la violencia en Bagdad en las últimas jornadas, sino con la creciente anarquía que se observa en el sur, donde se asiste a una pugna de poder en Basora entre los seguidores de Al Sadr y los del partido Al Fadila.

La descomposición de todo el proceso político podría incluso acentuarse si el bloque parlamentario más significado de la minoría suní, el Tawafuq, confirma su amago de retirarse del Parlamento, un aviso lanzado hace días después de que Al Maliki previera acciones judiciales contra legisladores de esa confesión supuestamente vinculados con la guerrilla. La agencia Buratha informó que al menos 10 de los 44 diputados de esta formación perderían su inmunidad por tal motivo.

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