El primero en sorprenderse con los resultados del referéndum que se realizó el domingo en Ecuador fue el propio presidente del país andino. Rafael Correa estaba seguro de que su proyecto de formar una Asamblea Constituyente para reformar la Constitución obtendría el respaldo de la mayoría de los ciudadanos, pero ni en sueños -así lo confesó- imaginaba la magnitud de su victoria.
Con el 72,88% de los votos escrutados, el sí habría vencido con el 81,47% de los sufragios, frente al exiguo 12,70% de quienes se resisten a los cambios en la estructura jurídica, institucional y económica del Estado. Los resultados finales se conocerán posiblemente en las próximas horas.
En vísperas de la consulta, Correa pidió a los dirigentes de su partido, Alianza País, que en caso de ganar se mostraran conciliadores con los adversarios. Pero en la noche del domingo, al presenciar por televisión a las multitudes que se congregaban en Quito y Guayaquil para aclamarle, él mismo se dejó arrastrar por la euforia. «Fracasó la táctica de miedo con que la oposición pretendía apabullar a los electores... ¡Cuánto espíritu lacayo tienen los que nos atacan; los que nos acusan de querer eliminar la dolarización!», expresó el mandatario, aludiendo al sistema monetario vigente desde hace siete años, que en cierta medida ha contribuido a estabilizar la economía.
Cancelación de la deuda
En la misma rueda de prensa, Correa anunció la cancelación de la deuda que Ecuador tenía con el Fondo Monetario Internacional (FMI), de 22 millones de dólares, y la expulsión del representante del Banco Mundial, Eduardo Somensatto, a quien acusó de haber intentado chantajearle con un préstamo de 100 millones de dólares cuando era ministro de Economía, en 2005.
No hay quien discuta que el triunfo del sí es un reflejo de la popularidad alcanzada por quien, al tercer mes de su mandato, obtiene el 70% de aprobación popular. Tampoco cabe duda de que para la mayoría de la población, Correa representa una promesa de estabilidad en medio de las turbulencias que han agitado al país en la última década y de la bancarrota de los partidos tradicionales. Pero una encuesta telefónica de la agencia Gallup demuestra que el 69% de los adultos con derecho a voto, sólo tiene una vaga idea de lo que se trae entre manos el líder socialista de 44 años.
Uno de los objetivos que se ha planteado en el marco de la reforma constitucional es «superar ese nefasto estado neoliberal que se legitimó en 1998». Pero, ¿cuál es el modelo que pretende implantar? El ex presidente Osvaldo Hurtado, uno de los principales promotores del no, advierte que, bajo la férula del sonriente economista, Ecuador irá por la misma dirección que Hugo Chávez trazó para Venezuela. «El desenlace de la jornada electoral pone en grave riesgo a la democracia porque, bajo el maquillaje de socialdemócrata, Rafael tiene los tics del típico caudillo populista. El referéndum que propició es la herramienta más utilizada por los autoritarios en Latinoamérica cuando quieren disolver los poderes del Estado y recortar las libertades individuales», señaló Hurtado. El líder opositor, a quien Correa tildó en una ocasión de «cadáver insepulto», llamó a sus afines a seguir batallando «hasta cortar el brote neofascista» que ha surgido en Ecuador de la mano del nuevo presidente.
La mayoría de los analistas descartan el Apocalipsis totalitario que presagian los políticos derechistas, aunque no ignoran las presiones que ejerce el sector radical dentro de la coalición gobernante para que el mandatario se incorpore a la cruzada antinorteamericana que dirige Hugo Chávez junto con su aliado, el presidente boliviano Evo Morales. «El mandato que recibió Correa es para desterrar el nepotismo, la corrupción y la acumulación de riquezas en manos de unas cuantas familias. Es un voto por la renovación y no un pronunciamiento a favor de las pautas ideológicas que ciertos estadistas pretenden imponer en el vecindario», señala Adrián Bonilla, analista político y profesor de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO). Bonilla opina que el jefe de Estado es un hombre que conoce sus limitaciones. «Correa también es consciente de que las reformas que plantea no saldrán adelante si no cuenta con el respaldo de, al menos, una de las fuerzas adversarias, llámese Unión Demócrata Cristiana (UDC) o Partido Roldosista Ecuatoriano (PRE). Rafael Correa sabe que tiene que pactar», concluye el catedrático.