Miércoles, 18 de abril de 2007. Año: XVIII. Numero: 6331.
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González Ledesma se oculta tras el autor de 'La ciudad sin tiempo'
LLUCIA RAMIS

BARCELONA.- Era un secreto como los que guarda Barcelona en su barrio Gótico; un secreto inscrito en los muros que ya nadie relee, un susurro del pasado. Tras el pseudónimo de Enrique Moriel, autor de La ciudad sin tiempo, se ocultaba hasta ayer Francisco González Ledesma. Conocido sobre todo por sus títulos de temática negra, quiso firmar su primera novela histórica con otro nombre.El objetivo, según él: no confundir a sus lectores.

Y bastaba, efectivamente, asomarse a la primera novela del autor barcelonés, Sombras viejas, para descubrir el enigma que proponía la editorial Destino desde la contraportada de La ciudad sin tiempo: Enrique Moriel -del que ya se anunciaba que era un nombre ficticio- es el protagonista de aquel libro antiguo. Por otra parte, la trama de esta nueva novela, de la que ya se han editado 60.000 ejemplares, se parece de un modo más sospechoso que la mera coincidencia a una aventura que González Ledesma publicó ya en un diario por fascículos.

La amnesia es tan implacable con la literatura como lo es con la historia. Y la novela de González Ledesma, más que una reivindicación de la memoria, transmite el testimonio de un fantasma que es asimismo el espíritu de una ciudad. Una ciudad que, como los vampiros, pasa de un siglo a otro, inmortal, alimentándose de las vidas ajenas.

La Biblia de Bush

«Juro por la Biblia de Bush que todo lo que diré aquí es cierto», aseveró González Ledesma después de que ayer se hiciera pública su identidad. Del mismo modo, asegura que lo que se cuenta en La ciudad sin tiempo fue real en su momento, «y pocas novelas históricas pueden alardear de eso», añadió.

Así, y a través de una invetigación llevada a cabo desde el presente, la novela descubre que, hasta bien entrada la Edad Moderna, se comerciaba con esclavos en Portal de l'Angel, por ejemplo, y que la parte derecha de la Rambla se bañaba en alcohol y fiestas.Felipe V condenó la campana La Tomasa, que servía para animar a los soldados. «En eso se parecía a Franco, que también condenaba cosas además de personas», bromeó el autor.

Reconoció que un dato podía ser falso. Él habla en su libro de un complot contra el Plan Cerdà, algo nunca confirmado. Lo que sí se puede comprobar es que el Café de Les Set Portes está plagado de simbología masónica. En cualquier caso, y frente a ese «espíritu de viejo periodista que yace en el libro», según González Ledesma, el autor ha inventado otro espíritu medieval. Éste representa una cuestión más metafórica que moral: ¿Fue el mundo obra de Dios, cuando el mal que todo lo cubre da pistas de lo contrario?

También había pistas para descubrir al auténtico autor de La ciudad sin tiempo, y fueron pocos los que desentrañaron el misterio.Ahora lo hace Destino, que edita el libro. Antes de Sant Jordi, y no después. Como también anunció.

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