A. LUCAS
MADRID.-
El último poema de Antonio Gamoneda tiene un destinatario singular. Se trata del artista alemán Wolfgang Laib (Metzinger, 1950). Y el motivo de este ofrecimiento es la última exposición de Laib en Madrid, que acoge el Museo Reina Sofía bajo el título Sin principio/sin fin, abierta hasta el próximo 9 de junio.
«En la profundidad de una flor tiembla la eternidad», escribe Gamoneda. Y polen de esa flor queda esparcida -como si fuera una monocromía de Rothko sobre el suelo- por la sala de la antigua librería del centro, donde Laib ha instalado también una selección de piezas trabajadas con sus materiales de siempre: cera de abeja, leche, arroz.
«La materia es sagrada. En las hirvientes féculas/ un dios inexistente hunde sus manos,/ abre el espacio final y la unidad desciende/ a las causas terrestres». El mundo orgánico de Wolfgang Laib se acompasa a la poesía de Gamoneda por los registros naturales donde se posa la mirada de ambos artistas. De ahí que el autor de Lápidas haya querido aventurarse en el catálogo de la exposición con un puñado de versos cómplices que ayudan a descifrar mejor la galaxia táctil del artista alemán, un encuentro entre el arte y la naturaleza.
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