No es fácil cruzarse en las estanterías de las cautivadoras librerías del Reino Unido con literatura española, aunque, en los últimos años, quizá se ha conseguido romper un poco el bloqueo en un mercado cerrado. Más que por autosuficiente, que también, por suficiencia. Fueron los Ruiz Zafón (La sombra del viento), los Pérez-Reverte (la saga de Alatriste) y otros golpes similares los que empezaron a abrir un portón sólido para que las letras castellanas empezaran, siquiera un poco, a expandirse por las islas.
La reválida es la Feria del Libro de Londres, que ha convertido a España en su país invitado en su 38ª edición, que se abrió el lunes y se clausura hoy. No sólo para «realzar los lazos comerciales entre España y el resto del mundo respecto a los derechos de traducción, importación y exportación de libros», como sugiere el director de la cita, Alistair Burtenshaw, sino por la importancia «del mercado español en el ámbito de las publicaciones y venta de libros», que bien merece un esfuerzo por «incrementar el interés por los editores, autores y libros españoles».
El Reino Unido vive unas décimas de fiebre por lo español. O por el español, mejor dicho. Su aprendizaje se ha convertido en una opción mayoritaria en muchas escuelas, cuando antes el francés no tenía apenas competencia como segunda lengua. «Se han dado cuenta de que, junto al inglés, el español es una lengua con la que se domina el mundo», sugiere Antonio María Avila, director del Gremio de Editores de España.
Segundo intento
En 1999, sus colegas decidieron acudir a esta feria, que hoy consideran «la segunda más importante del mundo, tras la de Fráncfort». Hace tres años, echaron la instancia para convertirse en país invitado. No se aceptó la propuesta. El año pasado, fue México la estrella. «Nos pareció interesante como aperitivo para nosotros», cuenta ahora Avila, que al fin ha conseguido su objetivo.
Más de 150 editores españoles han presentado sus productos en una feria que no está pensada para vender in situ, sino para crear relaciones comerciales, cerrar negocios y abrir mercados.
Es un hecho que el escenario es distinto hoy al de hace tan sólo cuatro años. Así lo demuestran las cifras de negocio. El Reino Unido es el tercer destino de las exportaciones de las editoriales nacionales, que facturan por estos pagos unos 57 millones de euros, por detrás de Francia y México. En cuanto a los derechos de edición, cada año se ingresan 400 millones de euros por la venta de textos a diferentes editoriales británicas. Los datos oficiales aportados por las autoridades españolas señalan que, en 2005, el saldo neto del comercio exterior del libro español alcanzó los 365,9 millones, un 5,73% más que en 2004.
Es cierto que los autores conocidos no tienen problemas, que los consagrados, sean del país que sean -desde Vargas Llosa hasta García Márquez, Marsé o Mendoza-, entran en las librerías sin mucho ruido pero con cierto recorrido. El problema está en la nueva literatura española.
Las puertas se abren poco a poco. El 26% de los libros que venden los editores españoles en el Reino Unido son traducciones. Si se tiene en cuenta que no hace mucho el nivel estaba en el 2%, se observa una interesante progresión. Máxime cuando, en Gran Bretaña, son los traductores quienes acuden a las editoriales y les plantean que un libro es interesante y se debe trasladar del español al inglés. En cualquier caso, más de 150 editores se pelean por conquistar un mercado complejo.
Más fácil empiezan a tenerlo las editoriales que publican métodos para estudiar español, gramáticas y guías encaminadas al aprendizaje. Burtenshaw reconoce «la importancia del castellano», pero la feria se ha abierto también al catalán, al gallego y al euskara.
La cita se inauguró el lunes, y ayer, en uno de esos actos que evidencia el protagonismo de España, se abrió al publico en el Lincoln's Inn una muestra de libros anglohispanos donde se muestran desde documentos hasta máquinas de impresión y las técnicas usadas a uno y otro lado del mar. Entre los papeles, aparecen las actas de consejos de ministros presididas por la reina Isabel I, que el Conde de Gondomar se llevó a España. O una versión en inglés del Don Juan.
La presencia española se mantendrá durante las próximas semanas. El próximo mes de mayo, se celebrará el festival de la localidad galesa de Hay-On-Wye, y España llevará a Javier Cercas, Almudena Grandes, Luis Mateo Díez, José María Merino y Juan Pedro Aparicio.