Jaume Plensa y Shakespeare hace tiempo que son amigos. Pero nunca habían trabajado juntos de una manera tan intensa. Galaxia Gutenberg / Círculo de Lectores lo ha hecho posible: la editorial acaba de publicar un volumen que contiene todas -que son 37- las obras de teatro del dramaturgo y 52 ilustraciones del artista catalán, que para la ocasión ha tenido que abandonar el modelaje volumétrico -la escultura es su vehículo de expresión habitual- para abocarse a la planicie del papel.
Jaume Plensa aclaró ayer en la presentación del volumen (coordinado por el traductor Angel-Luis Pujante, premio Nacional de Traducción) que sus ilustraciones no son al uso: no ponen cara a Otelo ni al rey Lear ni a Macbeth ni a Hamlet. Que nadie espere ver cómo el artista descifra a los personajes de Shakespeare. A cambio, Plensa pone rostro al alma.
«La cara es el reflejo del alma y es lo único que no nos podemos ver de nosotros mismos. Y puesto que Shakespeare es el retratista del alma, yo he intentado ofrecer todos los contenedores posibles que puede tener el alma del ser humano», explicó el artista para describir la obra que le circundaba, ayer, en el Centro Cultural Fundación Círculo de Lectores de Barcelona: una selección de 22 dibujos originales, de gran formato, de los 52 que ha realizado para el volumen, de más de 1.600 páginas y unos cuantos kilos de peso.
Jaume Plensa, que en estos momentos está preparando un trabajo para la Expo de Zaragoza, ha dialogado con la prosa y los versos de Shakespeare y el resultado de tal conversación (que el artista mantiene con el dramaturgo desde joven) es una sucesión de rostros inspirados en los libros naturalistas y de viajes del siglo XIX.
Despojados de su cuerpo -para que den la sensación de estar suspendidos en el no-tiempo y en el no-espacio-, las caras están bañadas en tinta. Porque tinta es lo que ha derrochado Shakespeare para recrear sus almas.
Sobre cada rostro, hay un vocablo en inglés que lo cruza -country, innocence, humiliation o religion, por ejemplo-. «Son palabras cogidas al azar, no tienen por qué salir en las obras, aunque seguro que Shakespeare las usa», explicó Plensa. Y entre las caras hay indios norteamericanos, negros, asiáticos e indígenas de Latinoamérica.
Plensa ha resuelto así un trabajo en el que, a priori, no está muy a favor: asegura que en la ilustración de libros «siempre pierde alguien, porque o bien el texto no se explica solo, o bien el dibujo no tiene entidad propia para mostrarse en solitario». De ahí que las caras con las que el lector se encuentra entre las páginas no tengan nada que ver con la acción de lo que está leyendo, sino con la esencia: Plensa facilita hábitats a las almas de Shakespeare.
Apasionado del dramaturgo de Stratford-upon-Avon, Plensa insiste en que, como todos los clásicos, las obras de Shakespeare deben releerse. «Lo que nos enseñaron en el colegio ya no sirve, se tienen que volver a leer, porque el lector ya no es el mismo. Es como contemplar una escultura, es el espectador quien se mueve alrededor de la obra», afirmó el artista.
El volumen, que acaba de ser publicado, atesora las mejores traducciones al castellano que se han hecho del teatro de Shakespeare desde el siglo XVIII hasta la actualidad. Angel-Luis Pujante ha sido el encargado de seleccionar uno por uno los trabajos y entre ellos figuran el Hamlet de Leandro Fernández de Moratín, de 1798; el Rey Lear, de Jacinto Benavente; Ricardo III, de Salvador Oliva, que es la primera vez que se publica; Troilo y Crésida, de Luis Cernuda; El mercader de Venecia, de Vicente Molina Foix; y La tempestad, con la que Pujante ganó el Nacional de Traducción en 1998.