A. MAS / R. TERRASA
VALENCIA.-
Tres años esperando el inicio de la Copa Louis Vuitton y el inicio no llega. Tras los miles de euros y horas invertidas, la regata depende siempre de los caprichos del viento. Si sopla poco (menos de siete nudos) no se compite. Si lo hace en exceso (más de 23), tampoco. Ayer, por segunda jornada consecutiva se aplazó el inicio de la competición. La explicación oficial, la de ACM, es que «el calor todavía no consigue generar la brisa térmica tan característica de Valencia».
«Ha habido 10 días de lluvia. El lunes salió el sol y ha secado parte de la humedad. A pesar del día claro que hubo hoy [por ayer], no había suficiente diferencia de temperatura entre el mar y la tierra y no ha habido brisa para competir», señaló Maximino Casares, jefe del equipo meteorológico del sindicato español.
Maxi es el oráculo del Desafío. Licenciado en Ciencias Físicas y meteorólogo del Estado, vive pendiente de la Copa América desde hace 12 años. Estuvo con los equipos españoles en San Diego y en Auckland. En esta edición el Desafío cuenta con un departamento de meteorología formado por 10 personas y con una complicada red de sistemas que le permite saber el tiempo que hará en los pocos metros que cubre el campo de regatas de Valencia. Cada día Maxi se levanta antes de las 6 de la mañana, hace un primer análisis aproximado de la situación general, prepara la predicción de los vientos cada hora y define cómo va a ser el día. Su informe se presenta a primera hora de la mañana en la reunión de los diferentes jefes de departamentos y sobre ella se planifica.
En competición, el meteorólogo vive pegado al barco. Segundos antes de que se corte la comunicación con la tripulación, su equipo decide. «En la última llamada le decimos al equipo si debe salir por la izquierda o por la derecha o le decimos que no lo sabemos si no está claro», cuenta José Luis Vela, coordinador del departamento. Durante la última temporada tuvieron un 85% de aciertos.
Casares cuenta cada día con los datos meteorológicos que le aportan los aeropuertos, con los estudios del Instituto Nacional de Meteorología, con unos modelos que simulan la física de la atmósfera proporcionados por la empresa catalana Meteosim y con las cifras que registran las 21 boyas que ACM distribuye en el mar. Con todo ello se elaboró el informe a partir del cual se construyó el ESP 97.
Predecir las condiciones meteorológicas es un factor vital. A lo largo de la historia de la competición, los equipos han invertido colosales sumas de dinero con el fin de conocer el comportamiento del viento y el mar. En Auckland, en 2003, los sindicatos más potentes desembolsaron más de un millón de euros para flotar hasta siete embarcaciones equipadas con los artilugios necesarios para llevar a cabo esta tarea.
La historia ha cambiado. Hizo falta un cambio en el protocolo para poder crear el Servicio de Datos Meteorológicos (MDS), un proyecto que comenzó a mediados de 2005 y que recoge todas las informaciones procedentes de los dos campos de regatas de Valencia. Los datos son enviados en bruto desde las 21 boyas repartidas por el mar a toda la flota a través de GPRS, para que cada equipo esboce sus estrategias. Ante las primeras voces críticas por la falta de viento, un dato: en la última edición, en Auckland, en 2003, hubo un 53% de regatas suspendidas por exceso de viento. Porcentaje impensable aquí.
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