Miércoles, 18 de abril de 2007. Año: XVIII. Numero: 6331.
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Un instante de duelo en un mar de oscuridades
VICTORIA PREGO

De una jornada insufrible por lo reiterativa y lo plúmbea, dos pinceladas tan sólo sacaron a la audiencia del sopor en el que los letrados la habían sumido a base de hurgar en el descontrol sobre los explosivos en Mina Conchita: aunque el asunto tiene gran interés de cara a futuras responsabilidades, tanta insistencia sobre ese punto estuvo a punto de matar al espectador de tedio.

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Pero, en medio de aquella monotonía, restallaron de pronto las palabras de las víctimas de la Asociación de Pilar Manjón. Testimonios serenos y ardientes que tuvieron la virtud de recordarnos cuál es la materia humana de la que está tejida esta tragedia. Ése fue su valor, el de actuar como un espejo de aquellos hechos espeluznantes que, para algunos, durarán toda la vida. Su impactante testimonio no ilustró, sin embargo, al tribunal sobre nada que no se conociera. No tuvo, pues, relevancia procesal ninguna, más allá del eco político que cada cual quiera dar a la reclamación, totalmente fuera de lugar en este juicio, de responsabilidades políticas al Gobierno anterior. Y no digamos nada de su petición de cadena perpetua -una pena que no existe en el derecho español- para los culpables. Sus palabras tuvieron sólo, y es mucho, el peso del recordatorio: aquí se está juzgando un crimen, pero se está hablando de un drama.

La segunda pincelada de impacto estuvo en la ciudadana a la que la Guardia Civil sacó de la cama a las tantas de la madrugada del 5 de marzo de 2004 -muy importante tenía que ser el asunto para actuar con semejante perentoriedad- para preguntarle por Emilio Suárez Trashorras y por un árabe que resultó ser 'El Chino' con nombre falso.

Hay varias cosas extraordinariamente llamativas en el episodio relatado por esta mujer. Una, que se produjo nada menos que una semana antes del 11-M. Dos, que luego la Policía quiso borrar todo rastro de tan tempranas pesquisas sobre Suárez Trashorras y El Chino, y para eso le tomó una segunda declaración, ésta ya sin nombres propios. Y tres, que lo que esta mujer contó choca de plano con la versión de la Policía y de la Guardia Civil, que dice que nunca supieron nada de Trashorras hasta que se toparon con él por pura casualidad en Asturias el 16 de marzo, cuando el policía 'Manolón' insistió en presentárselo. Esto no encaja de ninguna manera. Quizá todo tenga explicación, pero nadie nos la ha dado todavía.

victoria.prego@el-mundo.es

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