Miércoles, 18 de abril de 2007. Año: XVIII. Numero: 6331.
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JUICIO POR UNA MASACRE / La incógnita de la investigación
Una testigo dice que la Policía ocultó que el 5-M ya se buscaba a 'El Chino' y Trashorras
Señala que, aunque le preguntaron por ellos, no aparecen en su declaración enviada a Del Olmo
MANUEL MARRACO

MADRID.- «Pues le puedo asegurar que ante la Guardia Civil y la Policía sí me preguntaron por ellos». Así respondió ayer la testigo Beatriz H. cuando el fiscal Carlos Bautista dudó de lo que ella acababa de asegurar ante el tribunal: que la Guardia Civil y la Policía especializada en terrorismo islamista (UCIE) le habían preguntado por dos personas. Una era Emilio Suárez Trashorras y la otra un hombre árabe cuyo nombre ayer no recordaba. Se trata de Yusef ben Salah, el nombre que figuraba en la documentación falsa que empleaba Jamal Ahmidan, El Chino.

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Los nombres, sin embargo, no figuraban en la declaración policial que llegó a manos del juez de la Audiencia Nacional Juan del Olmo. La versión que recibió el instructor fue la elaborada por la UCIE en una nueva visita de la testigo a la sede central de la Policía.

Beatriz H. se llevó el primer susto en la madrugada del 5 de marzo. La Guardia Civil llamó a su casa y le preguntó por un Toyota Corolla de su propiedad. El Gitanillo, posteriormente condenado por el 11-M, acababa de tener un accidente con un coche que constaba a su nombre, aunque se comprobó que era otro vehículo con la matrícula doblada.

El coche de la testigo estaba en su plaza de garaje, pero los agentes insistieron en que fuera inmediatamente al cuartel de Leganés. Allí, a las 3.15, horas cinco días antes del 11-M, le preguntaron por Trashorras y Ben Salah. Ella no sabía nada. Le llegaron incluso a mostrar las multas que un agente había puesto a El Chino en Burgos, cuando regresaba de Asturias a Madrid cargado de explosivos.

Después de los atentados, fue la UCIE quien la llamó para declarar. Era el 26 de marzo y de nuevo salieron los nombres de Trashorras -entonces ya detenido- y Ben Salah. La mujer estuvo cuatro horas declarando. Les dijo que la Guardia Civil ya le había preguntado antes de los atentados y les entregó una copia de las multas.

Al día siguiente volvieron a llamarla. Le explicaron que por un error informático se había perdido su declaración. Tenía que volver. Esta vez la comparecencia fue «mucho más rápida» y su testimonio fue recogido por dos funcionarios diferentes a los que firmaron el acta de declaración el día anterior. De los primeros no consta su identificación en el sumario.

Esa segunda declaración fue la que acabó llegando al despacho de Del Olmo. En ella ya no había referencia alguna ni a Trashorras ni a la identidad falsa de El Chino.

El tribunal también escuchó al dueño de la Renault Kangoo que apareció con detonadores y restos de explosivos en Alcalá. A José G. sí le habían robado el vehículo. Fue la noche del 27 al 28 de febrero, cuando se encontraba aparcado frente a su taller. Un año antes, explicó, ya le habían robado un juego de llaves.

El testigo no supo de la furgoneta hasta el 11-M. La Policía le tomó declaración y, al día siguiente, le pidió que reconociera numerosos efectos que llevaba en el vehículo y que con el tiempo le fue devolviendo.

Meses más tarde, en una última remesa, la Policía le devolvió algo de más: la cinta coránica que sirvió para orientar las sospechas hacia el terrorismo islamista el mismo día de la masacre. «De momento, la junté con las otras y luego me di cuenta de que no era mía. No me la reclamaron, y al cabo de unos días se la llevé al juez Del Olmo», declaró ayer.

Según consta en el sumario, aún le quedaba otra gestión por hacer. La Policía le devolvió la furgoneta con la puerta de atrás forzada. Él la llevó al taller, mandó que la arreglaran y pasó la factura a la Policía. Cobró.

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