Parece haber heredado los geniales tics y el look desmadejado de Andy Warhol, a quien seguro que se le escaparía media sonrisa si pudiera ver que muchos de los retratos que le hizo su amigo se exponen ahora en ese club británico poco cacareado que es el bar del Hotel Palace. Y es que a Christopher Makos (Lowell, Massachusetts, 1948), denominado fotógrafo oficial del gurú del Pop Art, entre otros muchos títulos oficiosos (cronista del Nueva York dorado, discípulo más aventajado de Man Ray y hasta insuperable testigo de La Movida), le bastan unos minutos de charleta para sacar a pasear al histrión que lleva dentro y adobar la conversación con divertidos cortes y súbitos acelerones: ahora a cuenta de su iPod y luego a propósito de un cómic de Spiderman.
Al final regresa al pellejo de artista de primerísimo nivel y se aviene a dar testimonio de su vida y obra. Dos grandes citas le traen de vuelta a Madrid, donde lleva viniendo desde hace dos décadas: la mencionada muestra fotográfica y, sobre todo, la publicación de Warhol / Makos En contexto. Justo cuando se cumple el 20 aniversario del fallecimiento del primero, La Esfera de los Libros reúne en un volumen el material producido en los años en los que ambos fueron de aquí por allá juntos, con el ojo bien abierto y la cámara siempre a punto.
La obra es una edición bilingüe en español e inglés que incluye más de 100 hojas de contacto originales, reproducidas con las notas de edición y comentarios originales (e inéditos) del retratista estadounidense. El resultado de aquella aventura en común, fiestas, viajes y escenas de trabajo tanto en The Factory como en el estudio de Makos es, por supuesto, tanto avispero de celebrities (Truman Capote, Carolina de Mónaco, Bianca Jagger, Salvador Dalí, Liza Minnelli, Norman Mailer, Christopher Reeve, Madonna y Jack Nicholson, entre otros) como entronización del pope, eso sí, sin alharacas.
«Creo que conocí a Andy en 1978», hace memoria Makos, quien, de entrada, puntualiza: «Los medios siempre se refieren a mí como fotógrafo oficial de Andy Warhol; nunca lo fui. Sí fuimos grandes amigos. Le hice algunas fotos y una cosa llevó a la otra». En apenas 100.000 fotos cifra aquella complicidad. ¿Qué imagen quiso dar en semejante lote de Warhol, quien llegó a decir que su colega era «el fotógrafo más moderno de América»? ¿Genio? ¿Tipo corriente? ¿Trabajólico? «Sólo como amigo. Yo era joven y, probablemente, muy ignorante», se escuda, medio en broma. Aunque con la cantidad de superestrellas que aparecen a los flancos del maestro, toca matizar: «A él le gustaba mucho la idea de fama. Dijo aquello de que todo el mundo tendría 15 minutos de gloria hace 30 años y se ha demostrado que es absolutamente cierto. Hoy se es famoso por ser famoso, por no hacer nada».
Tanto tiempo hombro con hombro, ¿nunca se sintió algo así como un espía amistoso? «Nunca. Espía es alguien que no tiene permiso para participar en algo. Yo siempre pude involucrarme. Lou Reed decía: 'Yo entonces era parte de la escena'. Por tanto, nada de espía».
¿Y hubo consejos en lo profesional? «Él me dijo: 'Trabaja duro'. Yo le contesté: 'Trabaja menos'».
De la colección de momentos en blanco y negro («Tengo algunas suyas en color, no muchas, porque eso era lo que yo hacía a diario»), elige: «Me gustan mucho las fotos de besos». Entre las rarezas, se queda con aquellas en las que Warhol aparece «como un zombie».
A todo esto: Pedro Almodóvar y Alaska son dos de los personajes autóctonos que se colocaron delante de su objetivo en los 80. «Madrid es una ciudad absolutamente pop y fresca; me encanta la Plaza de Santa Ana, los barrios, los mercados, algún restaurante...». El tiempo pasa, pero no para Warhol: «Si vive todavía es porque fue el primer artista americano que no miró a Europa, y eso alimentó la curiosidad de la gente».
Retratos de Warhol, por Christopher Makos
. Hasta el 7 de mayo en el Hotel Palace (plaza de las Cortes, 7).