Miércoles, 18 de abril de 2007. Año: XVIII. Numero: 6331.
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PANICO EN EL CAMPUS / La reconstrucción de los hechos
Silencioso y metódico itinerario de sangre
De forma sistemática, entraba en las aulas, tras cerrar a su paso las puertas, y disparaba sin parar hasta vaciar los cargadores
PABLO PARDO. Especial para EL MUNDO

WASHINGTON.- ¿Cómo logró Cho Seung-Hui matar metódicamente, sin prisa pero sin pausa, a 32 personas en tres horas hasta que se suicidó sin que nadie se lo impidiera? Un factor que parece haber jugado a su favor son las enormes dimensiones del campus de la Universidad Politécnica de Virginia, que ocupa una extensión de más de 1.000 hectáreas, es decir, aproximadamente dos tercios de la casa de Campo de Madrid. Pero los detalles de la matanza son todavía poco claros. No se sabe, por ejemplo, qué hizo Seung-Hui en las dos horas transcurridas desde que asesinó a dos compañeros en su colegio mayor, hasta que acabó pegándose un tiro en la Facultad de Ingeniería. Pero, pese a la falta de información, sí es posible trazar a grandes rasgos el itinerario de sangre que Seung-Hui dejó en sus últimas tres horas de vida en el campus.

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Antes de empezar los asesinatos, Cho Seung-Hui dejó una nota en su habitación, en el segundo piso de la residencia de estudiantes Harper, que compartía con otros cinco estudiantes. Se puso una sudadera negra con capucha, cogió una pistola de nueve milímetros y otra de 22, y se dirigió hacia el West Ambler Johnston, una residencia en la que hay 895 estudiantes en su primer año en la universidad.

LA VENGANZA

Todo indica que Cho Seung-Hui llegó al West Ambler Johnston antes de las 07.00 horas. A esa hora, los estudiantes que tienen clase a primera hora suelen estar levantándose. En el cuarto piso de ese edificio, el asesino tuvo una discusión a gritos con Emily J. Hilscher, una estudiante de 19 años. Otro universitario y supervisor de la residencia, Ryan C. Clark, de 23 años, acudió para aplacarle. Cho Seung-Hui los mató a ambos, y dejó heridos a varios residentes más. Al contrario de lo que se afirmó en un primer momento, Hilscher no era la novia del asesino, pero no está claro si no habían tenido una relación hasta hace poco.

A las 07.15 horas, la policía del campus recibió la primera llamada de socorro, a través del 911, equivalente en EEUU al 091 español. Los agentes acudieron al Wester Amber Johnston, bloquearon los accesos y empezaron a interrogar a los residentes. Seung-Hui ya se había ido.

LA INACCION DE LAS AUTORIDADES

Desde las 07.15 horas hasta las 09.45 horas la dirección de la universidad estuvo reunida discutiendo lo que consideraban un asesinato aislado por una pelea entre estudiantes. A las 09.26 horas envió este correo electrónico a todo el personal y a los estudiantes: «Un incidente con armas de fuego ha tenido lugar en el West Ambler Johnston esta mañana. La policía está investigando en el lugar del incidente. Se advierte a la comunidad universitaria que debe ser cuidadosa y contactar con la Policía de la Universidad si observa algo sospechoso o tiene información sobre el caso». Un día como cualquier otro. A las 09.05 horas, las clases comienzan sin ningún tipo de precaución o medida de seguridad adicional.

Las autoridades académicas pensaron que el asesino se había suicidado porque encontraron una pistola junto a los dos cadáveres de la residencia. De modo que no dieron la voz de alarma.

LA MASACRE

A las 9.45 horas, otra llamada de teléfono al 911 informa de un tiroteo en el edificio de Ingeniería Norris Hall. No se sabe cuánto tiempo llevaba Seung-Hui disparando dentro del edificio, pero sus actos habían sido planeados con antelación. Nada más entrar, cerró desde dentro la puerta principal con unas cadenas y un candado, y se dirigió al primer piso, en el que hay un aulario. A medida que iba avanzando, iba bloqueando las puertas que dejaba detrás.

Seung-Hui entró primero en el aula 207, donde se estaba dando una clase de alemán, y mató de un tiro en la cabeza al profesor, Christopher Bishop, de 35 años, hijo del autor de novelas fantásticas y de ciencia ficción Michael Bishop. A continuación, empezó a disparar a los estudiantes. Cuando acabó sus cargadores, se fue. Los supervivientes corrieron a bloquear la puerta. Pero, poco después Seung-Hui regresó y volvió a disparar. Cada muerto y cada herido ha recibido más de un balazo.

Su estilo era metódico. No tenía nada que ver con el de Eric Harris y Dylan Kiebold, que en 1999 entraron en su escuela en Columbine, Colorado, abrieron sus abrigos, sacaron sus armas y empezaron a disparar a bocajarro a sus compañeros y profesores con una pose calcada, según los supervivientes, de la del actor Keanu Reeves en la película The Matrix.

El asesino de Virginia mataba de forma sistemática, hasta el punto de que el ruido de sus disparos era tan rítmico que algunos estudiantes pensaron que era en realidad producto de los trabajos de construcción en un edificio vecino. Los tiros duraban en torno a un minuto y medio, el tiempo necesario para vaciar sus cargadores de las cerca de 30 balas que contenían ambos. Después, se producía un silencio de alrededor de un minuto, mientras recargaba sus armas. Y así sucesivamente. La dinámica del aula 207 se repitió en otras salas. Aquel chico -«que parecía normal, asiático pero vestido un poco al estilo boy-scout», según ha declarado una superviviente de la clase de alemán, Erin Sheehan- entraba en las salas, no decía nada, disparaba y se iba cuando se quedaba sin balas.

El pánico se apoderó del primer piso del Norris Hall. Los estudiantes saltaban por las ventanas para salvar la vida, o se encerraban en armarios, despachos de profesores y cuartos de la limpieza. También hubo lugar para el heroísmo. Liviu Librescu, un profesor israelí de 76 años, nacido en Rumanía y superviviente del Holocausto, mantuvo cerrada la puerta mientras Seung-Hui trataba de abrirla. El forcejeo duró hasta que el asesino le disparó a bocajarro y lo mató. Pero, con su desesperada acción, Librescu ganó el tiempo necesario para que todos los alumnos de su clase saltaran por la ventana y salvaran la vida.

LA TARDIA REACCION

A las 09.50 horas, la Universidad envió otro e-mail: «Hay una persona armada en el campus. Permanezcan en los edificios hasta nueva orden. No se acerquen a las ventanas».

EL FINAL

A las 10.00 horas, un policía se acercó corriendo a un grupo de curiosos que, jugándose la vida, se había reunido alrededor del Norris Hall. «Corred, corred, corred», les gritó. Entonces se oyeron dos disparos aislados. Fueron los últimos. Cho Seung-Hui se había quitado la vida. Dentro del aulario, los agentes forzaron una a una las puertas bloqueadas por el asesino, hasta encontrarse con 30 cadáveres en el segundo piso.

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