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Nunca olvido una cara pero con la suya voy a hacer una excepción (Groucho Marx) |
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PANICO EN EL CAMPUS / Una ciudad de luto |
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En el 'santuario' de Blacksburg |
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De camino a Virginia Tech, se pasa por la sede de la Asociación Nacional del Rifle y por la armería donde se abasteció Cho Seung-Hui |
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CARLOS FRESNEDA. Enviado especial
BLACKSBURG.-
De camino hacia Blacksburg, por la ruta 66, se pasa por la sede de la todopoderosa Asociación Nacional del Rifle (NRA). De camino hacia Blacksburg, por la ruta 81, se puede hacer un alto por Roanoke Firearms, la armería donde se abasteció el asesino Cho Seung-Hui y donde se han comprado 32 pistolas relacionadas con otros tantos crímenes en apenas cuatro años. Y en «Blacksburg, un lugar especial» -eso pone en los carteles-, todavía se preguntan cómo algo tan horrible puede haber pasado aquí, en un sitio tan bucólico, «donde los pájaros cantan más dulcemente que en ningún lugar y el cielo y la tierra se parecen encontrar», como escribió en 1927 la poetisa local Lucy Lee Lancaster, que por supuesto trabajaba para la Virginia Tech.
Blacksburg, en la falda de los Apalaches, es uno de esos «santuarios del aprendizaje» (palabras de Bush) que no sería nada sin su universidad, una de las más acreditadas entre los centros politécnicos de EEUU, famosa también por los aguerridos Hokies. A la sombra del estadio, en el Cassell Coliseum, se celebró ayer el funeral. Hubo una cola de más de dos kilómetros para entrar: una serpiente multicolor de naranja y bermellón -las camisetas de los hinchas locales-, blasonada por el azul del uniforme de los cadetes de Virginia Tech, que dieron a la ceremonia un severo aire marcial.
«Es un día de tristeza para todos», dijo Bush, que quiso sumarse a las 40.000 almas luctuosas de Blacksburg y eludir cualquier mención al problema de fondo: la facilidad con la que se accede a las armas en estados como Virginia, donde hizo de las suyas el lengendario fracontirador de Washington.
La procesión de estudiantes compungidos no cesaba. Andrew Stephens, 18 años, estudiante de Ingeniería, se reponía a duras penas del mazazo que recibió ayer por la mañana: «Mi amigo Larry ha muerto. Tengo otros colegas entre los heridos. Yo me libré porque mis clases en el Norris Hall son los jueves». Matt Devine, estudiante de Económicas, escuchó los disparos cuando pasaba por allí cerca y salió corriendo para socorrer a sus amigos de Ingeniería: «La policía lo acordonó todo y nos mantuvo a distancia. Sentimos una tremenda impotencia. No acabábamos de creernos que pudiera haber 30 muertos». «Debieron de haber actuado más rápido», replica el mexicano Johanan Torres, que va para ingeniero electrónico. «A mí no más me falta un semestre para marcharme de aquí. Hasta ayer, muy bien, pero ahora no veo el momento de marcharme».
Blacksburg, que va poco más allá del campus del Virginia Tech, fue ayer un rosario de funerales y lamentos. La tienda de Danny's, donde hacen tatuajes y piercings, cerró en señal de duelo. En la peluquería Honkie Hair's decidieron sin embargo abrir, con la mirada puesta en la televisión... «Vemos lo que está pasando y nos parece como si fuera un sueño», confiesa la peluquera, Tami Bird, 28. «Entre los muertos y los heridos hay clientes nuestros, te puedes imaginar. Aquí nos conocemos todos. Recuerdo sobre todo al profesor... ¿cómo se llamaba?»
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