Miércoles, 18 de abril de 2007. Año: XVIII. Numero: 6331.
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Niza o la 'lepenización' de los espíritus
La ciudad de la Costa Azul concentra el voto del ultraderechista Frente Nacional por razones de resentimiento, miedo y xenofobia
RUBÉN AMON. Enviado especial

NIZA.- Jean-Marie Le Pen tiene el mérito de haber erigido el alcázar del Frente Nacional en la ciudad menos francesa de Francia. No sólo por la reciente incorporación de Niza al mapa del Hexágono (1860). También porque aquí nació el unificador de la patria... italiana (Garibaldi) y porque el escaparate marítimo de la ciudad, opulento y olímpico a la medida edulcorada de la Costa Azul, recibe el nombre de paseo de los ingleses.

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Ingleses como aquellos viajeros del sol que financiaron hace un siglo el bar en maderas nobles del hotel Negresco, cuyos sillones de terciopelo y lienzos de gusto prerrevolucionario alojan todas las tardes a mujeres de otro tiempo, con su joyas, sus recuerdos, sus arrugas y sus temores: «Yo voto a Le Pen porque los inmigrantes nos están invadiendo y porque ya no se puede salir a la calle sin miedo a que te roben o te peguen», confiesa una coetánea del padrone bretón para satisfacción silenciosa de sus amigas.

La comunión del pánico, de la xenofobia y de la patria delimitan la lepenización de los espiritus. Una fórmula política y poética que el ensayista Robert Badinter definió hace 10 años para desenmascarar la abducción psicológica y los sortilegios apocalípticos de Jean-Marie Le Pen.

Conviene recordarlo, porque el líder del Frente Nacional declaró el pasado domingo que Francia está al borde de la guerra civil y que la nación de Juana de Arco se descoyunta como un toro de lidia en el desolladero. En tal caso, los vecinos de Niza parecen ajenos al advenimiento del juicio final. Ayer se mecían, ignaros, al compás del oleaje. Se tostaban como los langostinos de las parrillas playeras. Parecían ignorar, suponemos, que las embarcaciones de la media luna habían tomado rumbo hacia la Costa Azul para degollar a los turistas, los vecinos ancestrales de Niza y los inmigrantes... franceses. Franceses constreñidos a marcharse de Argelia cuando la independencia de las tierras magrebíes precipitaron la fuga de los colonos. Ahí radica el resentimiento y el factor simbólico que Le Pen ha resucitado como argamasa y fundamento de su fortín electoral.

«Claro que voy a votar al Frente Nacional. A mí me echaron de Argel cuando tenía mi vida hecha allí. Y resulta que ahora me encuentro que Niza está llena de moros en busca de trabajo. Sólo Le Pen puede cambiar el signo de esta forma de prostitución», explica a bocados Louis Gregoire, exiliado niçois de 70 años con la mirada y los colmillos afilados.

El Frente Nacional superó el 26% de los sufragios en los comicios presidenciales de 2002. Una razón de peso que Le Pen quiere invocar como un ritual propiciatorio en el mitin de clausura de su campaña. Será en Niza, mañana, para que vengan a adorarlo los millonarios y los obreros.

Unos temen que la extranjería africana contamine la brisa benefactora de la Costa Azul. Otros, no menos franceses, encuentran en Le Pen un adalid contra el sistema y una respuesta al fracaso integrador de la V República.

Por ejemplo, Francis Durand, un obrero de 47 años que vive con su mujer y sus dos hijos en Arianne, sobrenombre mitológico del Bronx de Niza. Antes votaba al Partido Comunista. Ahora se desahoga con las siglas del Frente Nacional: «Estamos rodeados de inmigrantes. Han desnaturalizado nuestros barrios. El trabajo cada vez se paga peor. Creo que tarde o temprano voy a tener que marcharme de esta maldita ciudad».

Del escaparate a las cañerías, Niza la hermosa y decrépita sólo ha conocido alcaldes conservadores desde 1947. Incluido el último, Jacques Peyrat, ex miliciano de la legión francesa, miembro del Frente Nacional hasta 1995 y mosquetero de Sarkozy con ademanes autoritarios.

Se nota por la presencia intimidatoria de la policía en las zonas turísticas. También porque él mismo se atribuye el mérito de haber apaleado hasta la muerte a una rata titánica: «Era casi como un gato salvaje», contaba el señor alcalde con la jactancia de haber conquistado un trofeo de caza. «No puedo permitir que la proporción de ratas sea de tres a uno respecto a los habitantes de Niza. Esta ciudad hay que dejarla limpia e impoluta».

Evitando extraer conclusiones inquietantes de semejantes palabras, sí se puede decir, sin embargo, que Peyrat ha prometido votar a Le Pen en caso de que el líder del Frente Nacional dispute el segundo turno con Ségolène Royal.

«Sería aberrante votar a una mujer socialista», dice Peyrat, aunque el engreimiento de los ultranacionalistas de Niza tendría que prestar atención al retroceso del Frente Nacional en las últimas elecciones regionales (2004) y a la evidencia de que Le Pen ha cumplido 78 años sin expectativas de inmortalidad.

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