Miércoles, 18 de abril de 2007. Año: XVIII. Numero: 6331.
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Impresiones
El valor de los testimonios de las víctimas

Seis víctimas de los atentados de los trenes de Madrid dieron a conocer ayer sus testimonios de dolor y rabia en el juicio del 11-M. Lo hicieron a petición de la asociación que dirige Pilar Manjón, y sus relatos, espeluznantes, pusieron el nudo en la garganta a todos. Sus intervenciones tienen un gran valor emotivo y sirven para no perder de vista, entre tantas declaraciones de islamistas, confidentes, testigos y policías, el motivo último del proceso: hacer justicia a las personas que perdieron la vida o resultaron heridas y a sus familiares, marcadas por una tragedia que les acompañará toda la vida. Varios de los intervinientes pidieron las penas máximas para los acusados y también responsabilidades políticas a quienes gobernaban entonces. Sus reclamaciones, lógicas desde el dolor, no pueden torcer en cambio el quehacer del tribunal, que debe ser objetivo y que tiene la obligación de delimitar y tasar las responsabilidades de los encausados sin dejarse llevar por el apasionamiento en su búsqueda de la verdad. Precisamente, el mejor servicio que se puede hacer a las víctimas es el de esclarecer los hechos, procurar no dejar cabos sueltos, resolver las contradicciones que están apareciendo en la vista y, al final, condenar a los culpables con arreglo a la ley. En cuanto a las responsabilidades políticas, éstas se pagan en las urnas. Tratar de sostener el discurso de que cabe procesar como asesinos a los dirigentes del PP es, por muy errónea que fuera su política exterior, un exceso y un despropósito impropios de una democracia madura.

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