JOSÉ JIMÉNEZ
¿Se puede presentar una exposición de un artista de quien no se conservan obras? El Museo del Louvre acaba de demostrar que eso es posible con una sensacional exposición de Praxíteles, uno de los grandes nombres de la escultura clásica griega, que se puede visitar hasta el próximo 18 de junio. Los antecedentes de las muestras de Policleto (Fráncfort, 1990) y Lisipo (Roma, 1995), junto con el hecho de que el Louvre conserva la más importante colección de mármoles relacionados con Praxíteles, animaron al museo a llevar adelante este proyecto, la primera exposición de escultura griega y romana en Francia.
Estructurada en seis secciones que ilustran los escasos restos de obras del propio Praxíteles, excelentes copias antiguas de sus esculturas, piezas que siguen o imitan su estilo, su recuperación imaginaria a lo largo de los siglos, hasta los últimos descubrimientos y problemas sobre la atribución de nuevos hallazgos arqueológicos, la exposición consigue llevar al visitante, a través de un excelente montaje y presentación, al mundo ya lejano pero siempre vivo del arte de la Antigüedad Clásica.
El perfil novelesco del ateniense Praxíteles, quien vivió entre los años 400 y 330 antes de Cristo, sus amores con la cortesana Friné, célebre por su belleza y que le sirvió como modelo, deja paso en la muestra a la consideración de los aspectos centrales de su trabajo sobre los que existe hoy un acuerdo generalizado. Mientras que la mayor parte de las esculturas griegas fueron realizadas en bronce, Praxíteles fue ante todo un escultor del mármol, con el que realizó los dos tercios de su obra. La fuerza de evocación de las estatuas reunidas en las salas es extraordinaria, aunque uno no pueda dejar de lamentar la imposibilidad de llegar a saber de forma directa cómo serían esas magníficas piezas en mármol con su pintura original. Está documentado que Praxíteles dejaba al pintor Nicias la tarea de colorear las esculturas.
Los originales de Praxíteles que se muestran son algunas bases que llevan su firma, así como dos piezas del siglo IV antes de Cristo: un bajorrelieve que representa a las tres Musas, y que se supone que decoraba la base de una escultura monumental, y una cabeza femenina de grandes dimensiones, bastante deteriorada, que en 1994 fue identificada como la Artemisa Brauronia de la que hablan los documentos antiguos. Curiosamente en el mundo de hoy, en la era de la copia, podemos entender bastante bien la importancia de Praxíteles como creador de prototipos que abrieron el camino a una forma de expresión que sigue siendo para nosotros un referente clásico, ideal.
Se dice que fue el primer escultor del desnudo femenino, y sus figuras de Afrodita son, realmente, sensuales e inalcanzables en su belleza. Están también Artemisa, Apolo, los sátiros... creaciones en una plenitud siempre joven, que sugieren a la vez dinamismo y equilibrio. La obra de Praxíteles pone ante nuestros ojos una cima de la belleza clásica, tal y como la entendían los antiguos: el cuerpo humano como cifra de la armonía, como un destello ideal de lo divino que habita en nosotros.
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