Media hora con Danny Boyle, una década y un año después de Trainspotting: carcajadas francas, contorsiones, consejos para tomar el metro de Londres sin arruinarse y hasta un extraño nudo de corbata que parece copiado de su personaje Sick Boy. La juventud vuelve a visitar al cineasta británico a los 50 años y con algún que otro pecado en su camino (alguno comercial, alguno artístico), pero con la energía intacta. Y lo hace, además, en terreno contrario: el de la ciencia ficción.
Mucha ciencia y mucha ficción, de hecho. Sunshine (estreno mañana), la nueva película de Boyle, cumple con todos los requisitos del género: un lujoso y lírico diseño de producción, una buena carga de intriga, una parte de angustia existencial y un puñado de alardes visuales sacados de las escuelas de ingeniería. Aunque también revolotea por ahí ese nosequé de autor que se le supone a un tipo como Boyle.
Por ejemplo, la tensión psicológica que envuelve a los ocho heroicos personajes de Sunshine, condenados a vivir encerrados en su nave espacial durante siete años. Como en Gran Hermano pero mejor: «La película es, en realidad, una obra de cámara», cuenta Boyle. «Cuando la película arranca, se supone que ya llevan 16 meses encerrados en la nave, de modo que ya han pasado por todos los estados de ánimo posibles: la amistad, el amor, el odio, el aburrimiento... Cuando juntamos a todos los actores, los puse a convivir dos semanas, pero no en un hotelazo, que es lo que se suele hacer en estos casos, sino en una residencia para estudiantes. Y sí, puede parecer un poco Gran Hermano, pero le prometo que lo quería era crear una buena dinámica de grupo».
Salvad al mundo
Semejante misión tiene, cómo no, el fin más elevado posible: salvar a la Humanidad. Corre la década de 2050 y el sol, como le pasa a todas las estrellas del universo, se está muriendo. El mundo, helado de frío, reúne a sus mejores científicos y los pone al mando de una gigantesca bomba atómica que habrán de conducir hasta el astro. Su explosión, si todo va bien, ocasionará un pequeño big bang que devuelva el vigor perdido al sol y la esperanza a la Humanidad.
Si todo va mal, sin embargo, nos encontramos con un candidato a clásico del género que hasta sigue la tradición metafísica de películas como 2001 o El planeta de los simios (que aparece citada casi literalmente en el último plano de Sunshine).
La prueba de ello es el fantasmal personaje del capitán Pinbacker, invitado sorpresa a la misión solar cuando menos se le esperaba. «Él es el fundamentalista, el talibán que nos espera en las puertas del cielo», explica Boyle. «Es un héroe, pero también es un loco, es irracional y bello. Quiere imponer, como dice la Biblia, 'una paz más allá de toda comprensión'». En otras palabras: ¿pertenece a la Humanidad el derecho a dotarse de inmortalidad?
A ese dilema se han de enfrentar los ocho pasajeros de la nave de Sunshine y los espectadores, de la película, condenados a un final ambiguo, casi abierto. «Las cosas pueden acabar mejor o peor, pero suele haber un precio que pagar», cuenta Boyle, que se ha privado de pocas cosas para su película.
Por no faltar, no le ha faltado ni un científico, el carismático y divulgativo Brian Cox, que ha avalado la verosimilitud científica de los supuestos que desencadenan Sunshine.