En un piso de L'Eixample de techos altos, papel pintado y suelos de cerámica catalana, la muerte hace su entrada para airear todos los secretos.
Allí presentó ayer Ventura Pons el final del rodaje de su nueva película, Barcelona (un mapa). Para él, Pons ha enrolado a Núria Espert, Rosa Maria Sardà, Josep Maria Pou, Jordi Bosch, María Botto y Pablo Derqui, que, entre todos, contarán la historia de un enfermo terminal que pide soledad en sus últimos días de vida.
En la vivienda del filme viven un matrimonio de ancianos, el hermano de ella y tres inquilinos realquilados (una profesora de francés, un joven vigilante de seguridad y una muchacha suramericana). Tanta, que el abuelo les pide que se marchen porque va a morir y quiere estar solo. La petición destapará todo tipo de secretos: homosexualidad, incesto, adulterio...
En el acto de ayer, la estela de los premios Max de teatro aún brillaba. Hacía sólo dos días que Josep Maria Pou recogía los galardones de La cabra o quién es Sylvia; Lluïsa Cunillé -ausente ayer, porque rehúye las apariciones en público- recibía otro al mejor texto en castellano por Barcelona, mapa de sombras, que es la obra en la que se basa el guión de Pons, que, por cierto, está convencido de que «del teatro sale, a nivel mundial, la renovación de los contenidos en el cine».
El realizador cogió de la obra esos personajes «ricos, extremos y complejos», y se ha dedicado a «hurgar más en su subconsciente».
Ha sufrido bien ese proceso Núria Espert, que, en su regreso al cine, debe interpretar a una mujer que vive hacia dentro. Es la esposa del moribundo y tiene un gran secreto que la oprime. «Dudé mucho de mí misma. No sabía si sería capaz de hacer delante de la cámara el mismo trabajo que hago con Chéjov», confesó ayer la actriz.
Núria Espert se prometió hace muchos años que nunca más volvería a hacer cine. «Tomé esta decisión después de haber hecho unas cuantas películas que no me satisfacían. Sentía que en el cine yo era una pieza que se podía reemplazar en cualquier momento, y que en el teatro, en cambio, sí que me podía realizar», explicó ayer Espert, que únicamente se deja tentar por el nombre de Ventura Pons: «Me gusta cómo trabaja, el clima de serenidad que genera y que esté abierto a lo que tú piensas».
Josep Maria Pou no tuvo tantas dudas a la hora de dar el sí. Él es la otra mitad del matrimonio, interpreta a un señor de 80 años, pero no sale arrugado ni canoso. «Decidimos no preocuparnos tanto por la caracterización del personaje e incidir más en los gestos, la mirada y la manera de hablar. Creo que Ventura se ha arriesgado mucho en aceptar nuestras propuestas», elogió el actor el trabajo de un director que saale casi a una película al año.