X. G.
SAN SEBASTIAN.-
El miedo no va con ella. El pulso que, a sus 42 años, le lanza la vida en forma de un tumor cancerígeno lo afronta con decisión y con optimismo, con la misma actitud con que se ha enfrentado a ETA y por la que su partido la considera todo un símbolo en la lucha contra el cáncer del terrorismo.
Mujer de firmes convicciones, una de las personas más queridas entre las filas populares, nunca se arredró ante ETA. Testigo directo de la muerte, el 23 de enero de 1995 en San Sebastián, del dirigente del PP Gregorio Ordóñez, del que era su secretaria, San Gil persiguió durante unos instantes al pistolero que le descerrajó un balazo en la cabeza en un bar donostiarra. «La persona que le había pegado el tiro salió corriendo y yo salí detrás suyo. A la salida, se cayó, y me di cuenta de qué hacía yo corriendo detrás del asesino. Entonces, volví a entrar en el bar», explicó San Gil durante el juicio a Javier García Gaztelu, Txapote, en el que éste fue condenado a 30 años de prisión el pasado mes de diciembre.
Ese asesinato fue un punto de inflexión en su trayectoria vital: se decidió a dar un paso más y bajar a la arena política. Elegida concejala en el Ayuntamiento de San Sebastián ese mismo 1995 -y también en el 99-, los cargos institucionales la alejaron definitivamente del campo profesional para el que se había preparado como licenciada en Filología Bíblica Trilingüe.
Su carrera política continuó una línea ascendente con su entrada en la Ejecutiva Nacional del PP en 1999, para un año después ser nombrada presidenta del partido de Guipúzcoa. Durante el XIV Congreso Nacional del PP, en 2002, presentó la ponencia Patriotismo Constitucional, con el ex ministro Josep Piqué. De hecho, es una firme defensora de la Constitución y del actual Estatuto de Autonomía vasco frente a las reformas propuestas por el nacionalismo.
Su salto definitivo a la primera plana de la política vasca tuvo lugar en julio de 2004, cuando fue designada candidata a lehendakari en las elecciones autonómicas del año siguiente, convirtiéndose en la primera mujer que optaba a ocupar el Palacio de Ajuria Enea, después de que Jaime Mayor Oreja decidiera abandonar el País Vasco. Ella misma se enorgullecía entonces de considerarse «hija política» del que fuera ministro del Interior. Poco tiempo después, el 6 de noviembre de 2004, fue elegida presidenta del PP en el País Vasco, relevando en el cargo a Carlos Iturgaiz, con un 88% de los votos.
De trato afable y, a la vez, de gran dureza en la oposición, en los últimos meses se había erigido con sus preguntas e interpelaciones parlamentarias a Juan José Ibarretxe en un referente en el control y la crítica política al PNV. El propio lehendakari llegó a calificar recientemente las tardes de los viernes, cuando se suelen sustanciar dichas interpelaciones, como «los viernes de San Gil».
Pero no es su intención perpetuarse en el escenario político. Aun cuando tiene asumido el vivir rodeada de escoltas, aparecer en pintadas ofensivas y ser diana de voces amenazantes que la recuerdan casi a diario que está en el punto de mira de los terroristas, barajaba la alternativa de volver al ámbito privado para disfrutar con libertad de su marido y sus dos hijos. Hace unos meses, explicaba en un encuentro informal con periodistas que no pensaba envejecer como dirigente política. «Es una cuestión que tengo decidida, lo tengo muy claro y ya he marcado una fecha en el calendario». Esa fecha no era el 18 de abril, aunque desde ayer, de modo oficial, reducirá su «presencia pública» temporalmente para ser tratada de un cáncer de mama y regresar con renovadas energías.
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