Jueves, 19 de abril de 2007. Año: XVIII. Numero: 6332.
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La preocupación es un juicio que espera las pruebas (Antoine Rivarol)
 ESPAÑA
PREGUERIAS
¿Era la pregunta del millón y la hace el juez?
VICTORIA PREGO

Tuvo que ser el juez el que la hiciera. La pregunta, digo, porque allí no parecía haber nadie que se diera cuenta de que estaba declarando el jefe de la Policía a cuyas órdenes estaba precisamente la unidad Tedax, es decir, la madre del cordero de la incógnita clave en la investigación del 11-M.

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Recordemos que es en el laboratorio de los Tedax donde se analizan los restos de los focos que hicieron explosión en los trenes ese día 11 de marzo. Es en el laboratorio de los Tedax donde se determina que lo que ha estallado no es Titadyn con cordón detonante, como el subdirector general operativo, señor Díaz-Pintado, había informado aquella mañana al Gobierno. Es de ese laboratorio de donde sale la inaudita explicación de que se han detectado «componentes de la dinamita» sin que hasta el día de hoy, tres años más tarde, haya habido forma humana de que algún responsable de ese laboratorio haya dado alguna precisión sobre de qué componentes exactamente están hablando. Y es de ese laboratorio de donde sale la magna chapuza de no conservar el agua y la acetona con la que se lavan los focos de la explosión, que es precisamente el líquido donde se habrían conservado las pruebas que determinaran de una vez por todas qué había estallado en los trenes. Finalmente, es ése el laboratorio que, en lugar de enviar los vestigios al de la Policía Científica, perfectamente preparado para esa tarea, hace unos análisis para los que carece de la capacidad técnica necesaria y, encima, y para mayor escarnio, ni siquiera deja constancia escrita de los resultados de su investigación.

Muy bien, pues teniendo delante al que en aquellos días era el responsable de todos los Tedax, incluidos el famoso Sánchez Manzano y la jefa del laboratorio; teniendo delante al mismísimo Santiago Cuadro Jaén, nadie, pero lo que se dice nadie, le preguntó ayer cómo era posible que no se hubiera dejado constancia por escrito de los resultados de un análisis de tantísima importancia, tanta que orientó las investigaciones en una dirección distinta de la inicial.

Y fue el juez quien se lo tuvo que preguntar, justo cuando había terminado el turno de las acusaciones. Bermúdez tiene la virtud de lanzar sistemáticamente a gol los balones que se quedan parados ante la portería del juicio, esperando a que alguien se fije en ellos y les dé el puntapié que están pidiendo a gritos. Ayer volvió a hacerlo y obtuvo una respuesta de la máxima importancia: Cuadro le dijo que ese informe debe de estar escrito. No se sabe dónde, porque en el sumario no está, pero al menos ya sabemos que existe. O que puede haber existido, si es que no se ha perdido para siempre. Pero él ha dicho que está, y eso ya es mucho.

Éste fue el episodio más relevante de la sesión, junto con el rotundo desmentido de Cuadro a su superior, Díaz-Pintado, a quien él sostiene que nunca le dijo aquella mañana que se tratara de Titadyn. Lo que sucede es que esa discrepancia esencial tiene más interés político que procesal porque, a estas alturas, es mucho más importante poder establecer definitivamente qué fue lo que estalló en los trenes que volver a discutir cómo se comportó el Gobierno del PP en esa crisis. Pero, fuera de estos dos elementos, la intervención de Cuadro estuvo a la misma lamentable altura que la del señor Santano, actual comisario general de la Policía Científica: todo un prodigio de elusión. Ninguno recuerda nada, ni vio nada, ni participó en nada, ni dio a nadie órdenes de nada en aquellas horas fatídicas. Una exhibición tristísima por parte de gentes en quienes se supone que los ciudadanos han de confiar.

victoria.prego@el-mundo.es

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