Jueves, 19 de abril de 2007. Año: XVIII. Numero: 6332.
ÚLTIMAS NOTICIAS TU CORREO SUPLEMENTOS SERVICIOS MULTIMEDIA CHARLAS TIENDA LOTERÍAS
Primera
Opinión
España
Mundo
Ciencia
Economía
Motor
Deportes
Cultura
Toros
Comunicación
Última
Índice del día
Búsqueda
 Edición local 
M2
Catalunya
Baleares
 Servicios 
Traductor
Televisión
Resumen
 de prensa
Hemeroteca
Titulares
 por correo
 Suplementos
Magazine
Crónica
El Cultural
Su Vivienda
Nueva Economía
Motor
Viajes
Salud
Aula
Ariadna
Metrópoli
 Ayuda 
Mapa del sitio
Preguntas
 frecuentes
La preocupación es un juicio que espera las pruebas (Antoine Rivarol)
Haz Click Aquí
 MUNDO
Crímenes por imitación
LIONEL SHRIVER

El fenómeno de los tiroteos en los recintos estudiantiles de EEUU habría perdido a estas alturas una parte muy considerable de su capacidad de conmocionar a la sociedad si no fuera por el hecho de que sus autores se las arreglan para introducir nuevas variantes con ingenio. En octubre ocurrió en una escuela amish; en 2005, sucedió en una escuela de una reserva de aborígenes americanos. A punto de cumplirse el octavo aniversario de Columbine, el tiroteo de la Universidad Técnica de Virginia, con su saldo de 33 cadáveres, exhala un perfume de competitividad realmente incómoda.

Publicidad
El hombre que se suicidó, demasiado tarde, en Blacksburg se cobró el doble de víctimas que Dylan Klebold y Eric Harris en el instituto de Columbine en 1999. Hay que preguntarse si este nuevo pistolero no estaría movido por un empeño de acuñar una nueva expresión para designar la violencia caprichosa en los centros estudiantiles. Si bien los asesinos no dejan de improvisar, la reacción de los medios de comunicación no se aparta del ritual más encorsetado. ¿Por qué se siguen produciendo estos desmanes? ¿Por qué fundamentalmente en EEUU? ¿Qué hay que hacer? Las respuestas son diversas, pero insatisfactorias.

¿Por qué ocurren estas cosas? Cada vez que se produce una noticia de este tipo, cada vez que dan la vuelta al mundo fotos de estos sucesos, se multiplican las posibilidades de que se produzca una nueva matanza. En lo fundamental, todos estos sucesos no son sino crímenes por imitación, sin excepción alguna. Los tiroteos en los recintos estudiantiles son en la actualidad un género en sí mismos, igual que lo son en literatura las novelas sobre tiroteos en recintos estudiantiles, una de cuyas referencias soy culpable de haber escrito.

No creo que sea arbitraria la elección de institutos o universidades con la intención de presentar unas determinadas reivindicaciones o, más frecuentemente, como escenificación de lo que yo llamo un «suicidio extravertido». Para la mayoría de nosotros, el instituto y la universidad son los lugares en los que pasamos por experiencias emocionales profundas y formativas y la fuerza psicológica de esos sitios no desaparece necesariamente con la edad. No hace aún ni un mes que tuve que recorrer los pasillos de una escuela de enseñanza primaria de EEUU y las taquillas, el linóleo y el olor áspero a tiza hicieron que en mi cabeza empezaran a dar vueltas los recuerdos, no todos ellos agradables.

Experimenté una sensación de claustrofobia, una especie de ahogo, y también una profunda gratitud por haberme librado de la tiranía de los dominios de la señorita Townsend y alivio al salir de allí. Para unos pocos afortunados, el instituto y la universidad son los lugares en los que por primera vez tomamos conciencia de nosotros mismos. Para la mayoría, sin embargo, son los lugares en los que sufren sus primeras humillaciones, sus primeros sometimientos y sus primeros agravios. Se trata de nuestros primeros choques con la brutalidad de las jerarquías sociales, así como también propician nuestras primeras frustraciones románticas. ¿Qué mejor escenario en el que dar rienda suelta a un castigo primitivo?

En cuanto a las razones por las que EEUU en particular es proclive a estos asesinatos... Hubo un tiempo en que salir en los periódicos por haber cometido cualquier atrocidad era una posibilidad que causaba horror. Los estadounidenses parecen haber perdido toda sensibilidad hacia la idea de vergüenza. Ahora que mis compatriotas han renunciado a la antigua diferenciación entre fama e infamia en pos del concepto más universal de «celebridad», lo que cuenta es que hablen de uno. Incluso la atención póstuma es preferible a pasar desapercibido.

Yo preferiría que este último asesino permaneciera en el anonimato. Si todos estos malditos siguieran siendo unos perfectos desconocidos para toda la eternidad, si sus resentimientos fueran enterrados junto con sus huesos, si sus cuentas pendientes quedaran para siempre en el ámbito de la intimidad, a buen seguro que caería en picado la frecuencia de estas matanzas grotescamente gratuitas. Una de las motivaciones que impulsan a la mayoría de estos asesinos no es solamente la de que todo el mundo esté pendiente de ellos sino, por perverso que pueda parecer, que se comprendan sus razones. Sin embargo, no se puede declarar ilegal el no sentirse querido ni se puede obligar artificialmente a una cultura a recuperar el concepto de vergüenza.

Tampoco queremos que las instituciones educativas adopten la escala de valores, paranoica y aterradora, de los aeropuertos actuales. Con toda seguridad, la única medida preventiva eficaz ha de ser logística. Hacer más difícil la tenencia de armas. ¿De cuántos asesinatos en masa va a tener que ser testigo la opinión pública de Estados Unidos antes de que su Gobierno se tome en serio el control de las armas de fuego? Virginia dispone de una de las legislaciones más laxas sobre armas de todo el país.

Sin embargo, para que el Gobierno federal de los Estados Unidos se tomara en serio el control de armas de fuego, haría falta como mínimo que se produjera una insurrección armada. Si la opinión pública se decidiera a actuar de acuerdo con los principios de la propia Declaración de Independencia (por ejemplo, con el que dice que «en el caso de que la forma de gobierno se volviera destructiva... es derecho del pueblo modificarla o abolirla e instituir un nuevo gobierno»), el Congreso ordenaría el cierre de la industria de armas de fuego en un abrir y cerrar de ojos.

Lionel Shriver es novelista, autora de 'We need to talk abour Kevin', sobre un tiroteo en una escuela estadounidense.

recomendar el artículo
portada de los lectores
copia para imprimir
Información gratuita actualizada las 24 h.
 SUSCRIBASE A
Más información
Renovar/Ampliar
Estado suscripción
Suscríbase aquí
Suscripción en papel
  Participación
Debates
Charlas
Encuentros digitales
Correo
PUBLICIDAD HACEMOS ESTO... MAPA DEL SITIO PREGUNTAS FRECUENTES

elmundo.es como página de inicio
Cómo suscribirse gratis al canal | Añadir la barra lateral al netscape 6+ o mozilla
Otras publicaciones de Unidad Editorial: Yo dona | La Aventura de la Historia | Descubrir el Arte | Siete Leguas

© Mundinteractivos, S.A. / Política de privacidad