Para sus detractores fue un nazi convencido hasta el final. Para aquéllos que hacen una lectura más benigna del papel de quienes intervinieron en un segundo plano en el III Reich sólo fue uno más de entre los millones de engranajes anónimos que hicieron posible el Gobierno de Adolf Hitler.
En todo caso, el nombre de Hans Karl Filbinger, ex juez de la Marina nazi y ex primer ministro democristiano (CDU) del Estado federal de Baden-Wurtemberg (entre 1966 y 1978), estuvo irremediablemente unido a los escándalos. De hecho, incluso después de su muerte el pasado 1 de abril, a los 93 años, no ha cesado la polémica que le persiguió desde los años 70.
Aún no se han apagado los rescoldos de la tormenta política que se originó tras el discurso que el conservador Günther Oettinger -actual mandatario del Land de Bader-Wurtemberg- pronunció durante el funeral de Filbinger. Oettinger, que para algunos analistas estaría en un ala de la Unión Democristiana descontenta con la línea centrista de la canciller Angela Merkel, y quizás con el propósito de atraer votos más extremistas, calificó a Filbinger de «opositor al régimen nazi» e incluso afirmó que «ninguna de las sentencias [que firmó] hizo que nadie perdiese la vida».
Oettinger ha recibido tal aluvión de críticas, incluido un reproche de la propia Merkel, que, finalmente, no le ha quedado más remedio que disculparse y asegurar que no pretendía «herir a las víctimas del nacionalsocialismo, sino sólo rendir un último homenaje a su amigo».
Filbinger, nacido en 1913 en Mannheim (actual Estado de Renania-Palatinado), estudió Derecho en la univerdad y, muy pronto, entró a formar parte de los Sturmabteilung (SA), la fuerza paramilitar del Partido Nacionalsocialista conocida como los camisas pardas. Y en 1940, siendo militante de la formación nazi, ingresó como juez en el servicio legal de la Marina.
Pero el escándalo que marcaría su carrera llegó mucho después, en 1978. En esa época dirigía, con mano de hierro, el Gobierno de Baden-Wurtemberg y su nombre se barajaba para ocupar la Cancillería de Alemania. Su lema favorito era: «Libertad o socialismo» y aplicaba sus políticas siempre embuido de un anticomunismo acérrimo.
Fue entonces cuando el escritor Rolch Hochhuth -el mismo que acusó al papa Pío XII de connivencia con el nazismo- reveló en el semanario Die Zeit que Filbinger, como juez de la Marina nazi había dictado sentencias de muerte contra varios marineros desertores, poco antes de la capitulación alemana de 1945.
Pese a que terminó por reconocer los hechos, no fue el acoso recibido desde muchos sectores lo que le llevó a dimitir, sino una frase tristemente célebre: «Lo que entonces era justo no puede ser ahora injusto».
La polémica justificación en un tema tan sensible provocó un intenso debate en los medios de comunicación, pero Filbinger jamás se arrepintió públicamente ni pidió disculpas. Pese a ello, su partido, la CDU, no le dejó en la cuneta y le mantuvo como presidente de honor en su Estado hasta 1997.
Para su desgracia, los escándalos no terminaron ahí. En 1977 su nombre se vio manchado tras los extraños suicidios de los líderes del Rote Armee Fraktion (Fracción del Ejército Rojo, grupo terrorista de extrema izquierda) que cumplían su condena en la cárcel de Stammheim, en el Land que presidía. Muchos quisieron ver su mano tras las muertes, pero el político no fue nunca condenado por ello.
Años después de su jubilación, su polémica figura volvió a las portadas nacionales, cuando, a pesar de su controvertido historial, fue elegido por la CDU, con 90 años, miembro del comité de notables que eligió al nuevo presidente de Alemania, Horst Köhler.
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Hans Filbinger
ex juez nazi y líder regional de la CDU, nació en 1913 en Manheim (Alemania) y murió en Friburgo (Alemania) el 1 de abril de 2007.