Viernes, 20 de abril de 2007. Año: XVIII. Numero: 6333.
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 ESPAÑA
EL REVÉS DE LA TRAMA
La deslealtad política
JUSTINO SINOVA

Vivimos tiempos en los que abundan casos de deslealtad política. El paradigma de este fenómeno lo personaliza en España el lehendakari, Juan José Ibarretxe, un cargo de la Administración gracias a la Constitución democrática de 1978 que emplea gran parte de su tiempo en socavar los cimientos de la legalidad. No ahorra esfuerzos: lo mismo se entrevista en sede oficial con Batasuna -o sea, ETA- que colabora con la llegada de los etarras a las instituciones, que cierra los ojos a la calamitosa falta de libertad que padece una parte de la población en el País Vasco.

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Lo último que ha hecho ha sido desempolvar su plan de convocar una consulta en Euskadi, que ha anunciado ayudado de falsedades y ajeno a la violencia emboscada en las tres provincias vascas. Al presidente del gobierno de una comunidad autónoma española no le corresponde llamar a los ciudadanos a un referéndum consultivo. No tiene competencias para ello. El referéndum es un recurso extraordinario cuya convocatoria reserva la Constitución al Rey, tras propuesta del presidente del Gobierno central después de la autorización del Congreso. No es que Ibarretxe ignore el artículo 92 de la ley fundamental, lo que ya sería grave, es que le importa literalmente nada y está dispuesto a incumplirlo, lo que revela un grave ánimo desleal hacia la nación que le soporta y, en especial, hacia los ciudadanos de su autonomía que quieren vivir en la paz y en la legalidad.

Ibarretxe falsea la realidad cuando denomina a su objetivo «consulta democrática», porque no puede ser democrático lo que incumple una ley pactada aprobada por los ciudadanos y que sustenta la actividad de un país democrático. Cumplir la ley cuando a uno le gusta y no cumplirla cuando no le gusta es un abuso, una arbitrariedad, o sea, un gesto antidemocrático. Pero Ibarretxe está en el camino de separar a Euskadi del resto de España y para ese propósito le vale todo, incluso desdecirse y olvidarse de que, cuando hablaba antes de este proyecto insensato, aseguraba que no lo activaría mientras ETA no desapareciera. Hoy ETA sigue viva, rearmada y amenazadora como siempre, pero él, desde un despacho de la Administración española, trabaja por el sueño nacionalista de una Euskadi independiente por caminos inconstitucionales. En realidad, es que con ETA coincide en los propósitos.

Frente a esta deslealtad colosal, que se beneficia del cansancio de la atención ante los hechos reiterados, hay otras deslealtades políticas que parecen menores, pero son muy significativas. Está la deslealtad de los diputados tránsfugas que se llevan su escaño a otro grupo parlamentario, en lo que es una traición al voto ciudadano, que en nuestro sistema de listas cerradas se concede a un partido o a un líder determinado y no a los miembros individuales de la candidatura. Y deslealtad sonora de estos días es la de la escritora María Pau Janer, fichada por el popular Jaume Matas en Baleares, que no hace otra cosa que denigrar al Partido Popular con afirmaciones tan pasmosas en quien ha aceptado un compromiso como que podría compartir la «alergia visceral» que a ese partido, según ella, se siente en Cataluña. Éste es un caso que afecta a la vida interna de un partido, y Matas y su jefe, Mariano Rajoy, sabrán si tragan con la discrepante que los insulta en su propia casa, pero como ejemplo público de deslealtad personal es insuperable. Y afecta a la entidad de la ética que mucha gente aprende en la práctica, deteniéndose en las conductas de quienes más expuestos están a los focos de la notoriedad.

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