Fue un final apoteósico. Zapatero y Ségolène Royal en pie sobre el estrado, las manos cogidas que se levantan, mientras la sala corea: «Sé-go-lèn(e), pré-si-dent». Detrás, un puñado de chavales con camisetas oficiales: «El mañana no se hará sin ti». Y tres brazos entusiastas que agitan sin parar banderas de la UE, España y Francia.
Un gesto nada raro en esta campaña de los socialistas franceses, donde la enseña tricolor se exhibe en cada mitin. Y en la que alguna vez incluso se canta el himno nacional, La Marsellesa. Un gesto que, sin embargo, ha sido criticado por los socialistas españoles cuando el PP ha poblado sus citas de rojigualdas. Zapatero sonreía feliz -triunfó sin ninguna duda en Toulouse- mientras Ségolène le regalaba una rosa roja del ramo que acababan de acercarle.
Fue un colofón salpicado de guiños, de algún beso, con la militancia al borde de la deshidratación pero feliz. La candidata socialista necesitaba un último empujón. Y Zapatero se lo dio en un acto en el que los dos exhibieron complicidad y simpatía.
Ambos hicieron una entrada estudiada en las vetustas instalaciones del Parque de Exposiciones cuando los oradores -entre ellos François Hollande, primer secretario del Partido Socialista francés, pareja de la candidata- llevaban ya media hora relevándose al micrófono.
Fue un paseíllo triunfal, cada uno con su sonrisa -relajado él, de dientes apretados ella-. Les tendieron manos pero se quedaron en el aire en una noche minutada para las escaletas de los telediarios. Aunque la campaña no termina oficialmente hasta hoy (viernes) fue el último mitin de la candidata socialista.
Las vetustas instalaciones del Parque de Exposiciones de Toulouse acogieron a 15.000 personas, según fuentes socialistas francesas. El público se repartía entre el hangar principal -¡de pie!- y otras salas desde donde se pudo seguir el acto (sentado) en pantallas de televisión. Fue una cita sofocante en la que varias personas tuvieron que ser atendidas tras sufrir desvanecimientos.
Respaldaron a la candidata algunos nombres ilustres del socialismo francés. Jean Pierre Chevènement fue acogido con pitos (se le culpa de la derrota de Lionel Jospin en 2002) pero supo darle la vuelta a la sala al predecir que Royal será la primera presidenta de Francia.
Aunque no hablaron, también se dejaron ver y aplaudir la viuda de François Mitterrand, Danielle, y el ex primer ministro e impulsor del no a la Constitución europea, Laurent Fabius.
Pero la estrella invitada era José Luis Rodríguez Zapatero. Traje y camisa grises, sin corbata, Zapatero se volcó en elogios, subtitulados en francés. Royal -tacón alto, falda negra, chaqueta blanca- se miró, con admiración, en el espejo de la acción gubernamental española.
Ambos glosaron la significación del lugar, otrora capital del exilio español. «Los españoles debemos mucho a Toulouse. Nos permitió seguir siendo españoles, empezar a ser franceses abrazando la libertad», dijo Zapatero reconociendo expresamente la ayuda francesa y el mérito de los compatriotas que aquí recalaron.
«Toulouse, la ciudad más española de todas las francesas. Llegaron como extranjeros, como inmigrantes y les acogimos», replicó luego la que en su tierra llaman Zapatera levantando una ovación porque sus rivales políticos tienen un discurso mucho más duro que el suyo sobre los emigrantes que ahora ya no se llaman Pepe sino Mohamed.
El líder del PSOE justificó su presencia en su «simpatía personal» por la candidata, su satisfacción por «acompañarla en esta fase decisiva» y su admiración «porque ofrece un modelo de éxito a los franceses, su pasión por su país y su compromiso con la gente».
La colmó de flores glosando «su ímpetu, su frescura de ánimo, su optimismo». E incluso, alabó «su disposición a escuchar como forma de administrar, su vocación de dirigir antes que de mandar», lo cual es mucho decir dado el carácter que tiene la candidata.
Demostrando que se sabe al dedillo las cuitas de sus compañeros del norte de los Pirineos, apeló a votar por Royal desde la primera vuelta: «No hay que esperar a la segunda vuelta, la izquierda no nació para esperar sino para llegar cuanto antes».
Con la audiencia rendida y Ségolène Royal atenta en la primera fila el jefe del Gobierno español remató: «Europa espera a la Francia innovadora, moderna, comprometida, valiente. España se siente cerca, muy cerca de Francia..... Ségolène, lo mejor para ti y para Francia está por venir. Empieza el domingo. Siempre estaré a vuestro lado».
Ségolène Royal, la voz castigada pero firme, la emoción visible en sus ojos, trazó a lo largo de su parlamento un paralelismo entre sus propuestas electorales y las principales medidas adoptadas por el Ejecutivo que preside Rodríguez Zapatero.
Alabó la retirada de las tropas españolas de Irak, su gobierno paritario, la legislación contra la violencia de género, el matrimonio homosexual ... Así hasta el desarrollo de la energía eólica. «España llega, contigo, Zapatero, a las puertas del siglo XXI», concluyó entre ovaciones.
Casi un tercio de su discurso tuvo acento español. Obviamente también criticó a sus contrincantes de derecha, a Estados Unidos - «no iremos a ponernos de rodillas delante de Bush»-, al ex presidente de Airbus -no olvidemos que estamos en Toulouse, la sede de este consorcio europeo- por su exuberante indemnización de despedida.
Para concluir una noche en la que estaban permitidos todos los entusiasmos y todas las emociones Ségolène Royal, primera mujer con posibilidades de convertirse en presidente de Francia, citó los últimos versos de un poema de Louis Aragon, dedicado a la muerte de Federico García Lorca: «Un día de espalda desnuda donde los hombres se amarán / Un día como un pájaro sobre la más alta rama».