Viernes, 20 de abril de 2007. Año: XVIII. Numero: 6333.
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LA MASACRE DE VIRGINIA / El debate político
¿Por qué gana siempre el 'lobby' de las armas?
En el sistema estadounidense, no son los más numerosos quienes influyen en la política, sino los más organizados
PABLO PARDO. Especial para EL MUNDO

WASHINGTON.- Treinta y tres a uno. Ésa es la proporción de las donaciones realizadas en las elecciones legislativas del mes de noviembre pasado por los grupos a favor de las armas de fuego en relación a los que defienden limitar ese derecho.

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Las asociaciones que propugnan una visión más liberal de la Segunda Enmienda de EEUU -que abre la puerta a que los ciudadanos se armen, aunque eso sigue siendo objeto de discusiones entre los juristas- gastaron en total 2.226.384 euros. En contraste, los grupos que propugnan una visión más restrictiva de ese derecho sólo pudieron destinar a sus candidatos 66.330 euros.

Con semejante desproporción de fuerzas, es comprensible que EEUU, a pesar de la oleada de asesinatos masivos de los últimos años, siga liberalizando progresivamente la posesión de armas de fuego. De hecho, la última vez en la que hubo un verdadero debate sobre la restricción de este tipo de armas fue hace más de 25 años, cuando John Hinckley estuvo a punto de asesinar al entonces presidente, Ronald Reagan.

Los estadounidenses, en general, favorecen una restricción del acceso a las armas de fuego. Pero el sistema político de la primera potencia mundial está hecho para favorecer a los lobbies. En otras palabras: la influencia la tienen no los más numerosos, sino los mejor organizados, sean éstos petroleras, irlandeses, proisraelíes, saudíes, polacos, taiwaneses o indios, por sólo citar algunos de los grupos de presión más famosos -y controvertidos- de EEUU.

Dinero

Y ahí los gritos a favor de las armas de fuego -encabezados por la famosa Asociación Nacional del Rifle (NRA, según sus siglas en inglés)- ocupan el lugar de honor. Su influencia es tal que, tras las elecciones de noviembre, uno de los directivos de este grupo, Chris Cox, declaró que la Cámara de Representantes y el Senado tenían respectivamente 24 y cuatro nuevos miembros a favor de las armas de fuego. De esos 28 legisladores, la mitad son demócratas y la otra mitad, republicanos.

El dinero es una parte importante para influir en las decisiones políticas. Pero no es la única. También están los votos. Ahora bien, con 3,8 millones de miembros, la NRA es un grupo minoritario. ¿Cómo es posible que tenga tanto poder?

Por varias razones. Una, porque sus miembros están extremadamente motivados. En un país en el que apenas vota el 50% de la población, la NRA puede presumir de que el 95% de sus socios van a las urnas. Y ése es un dato que los políticos no olvidan. Muchas elecciones en EEUU se deciden por apenas unos pocos miles de votos. El caso más obvio es el de Jim Webb, el senador demócrata a favor de las armas que logró la victoria en noviembre por apenas 9.000 votos de ventaja sobre su rival, George Allen. Webb, que es senador precisamente por Virginia, ganó en parte por su entusiasmo por las armas de fuego, un entusiasmo que provocó un incidente hace dos semanas en el Capitolio, cuando uno de sus asesores trató de entrar en el edificio que alberga al Senado de EEUU con una pistola cargada que, en realidad, pertenecía al senador.

Pero, además, la NRA y otros grupos similares -entre los que destaca Guns Owners of America (GOA), o Americanos propietarios de Armas- tienen una influencia que va mucho más allá de sus miembros. En los últimos años, estas organizaciones se han aliado con asociaciones de cazadores, a cuyos miembros envían información periódica. Parte de esas comunicaciones son técnicas. Pero otra parte incluye datos sobre qué candidatos electorales apoyan o no la generalización del uso de armas de fuego.

Eso, en un país con 50 millones de licencias de caza, multiplica el eco del lobby de las armas. Y abre nuevos grupos sociales a su influencia. Por ejemplo, los obreros, que tradicionalmente suelen votar demócrata, es decir, por un partido que no goza de las simpatías de la NRA y de GOA. De hecho, en 2000, a pesar de los esfuerzos de Al Gore por presentarse como el candidato de la clase obrera, el 50% de los sindicalistas propietarios de armas votaron republicano. Entre los que no tenían armas, ese porcentaje cayó al 10%.

Es difícil exagerar la influencia del lobby de las armas. En noviembre de 1993, por ejemplo, la Administración de Bill Clinton logró, con el apoyo del Congreso, controlado entonces por los demócratas, restringir el acceso a los rifles, pistolas y armas semiautomáticas. Once meses después, los republicanos lograron una victoria histórica en las elecciones legislativas. En buena medida, ese triunfo, como admitió el propio Clinton, se produjo por la campaña de la NRA en la opinión pública. Y, especialmente, entre los cazadores, pese a que las principales restricciones de la ley eran relativas al uso de armas semiautomáticas y municiones que sólo usa la policía, dos herramientas que no se usan para cazar. Porque, como dijo Clinton, «nunca he visto a un ciervo con un chaleco de kevlar» (una fibra química que fabrica la multinacional DuPont y se utiliza en los chalecos antibalas).

Y, finalmente, está la geografía y la cultura. Ambas son claves. La primera, porque una serie de estados claves en las elecciones, como Ohio, son territorios de cazadores. Así que ningún político en su sano juicio se va a arriesgar a perder la Casa Blanca por culpa de unas pistolas. Y la cultura -o la ideología- es igualmente importante. Al fin y al cabo, ahí está el entonces gobernador de Texas, George W. Bush, que en 1997 firmó una ley autorizando a los feligreses a llevar armas de fuego -pero no a exhibirlas- en las iglesias y sinagogas de Texas. Ese Estado es mayor que España. Pero sólo tiene una playa nudista. Así que tal vez todo sea cuestión de prioridades.

Así, controlando el sistema político, es como el lobby de las armas gana siempre. Tiene dinero, tiene organización y tiene votos. Las tres herramientas necesarias para hacer que el sistema político estadounidense trabaje a su favor.

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