Domingo, 22 de abril de 2007. Año: XVIII. Numero: 6335.
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 OPINION
Editorial
LA IRRACIONAL DEMONIZACION DE SARKOZY POLARIZA A LOS FRANCESES

«Votar ayuda a soportar la náusea que causa la política», escribe el dramaturgo afincado en París Fernando Arrabal. Los franceses experimentarán hoy ese alivio acudiendo a las urnas en la primera vuelta de unas muy disputadas elecciones presidenciales que se presentan bajo el signo del relevo generacional. Gane quien gane en la segunda y definitiva vuelta el 6 de mayo, el futuro presidente -o presidenta- de Francia será el primer mandatario francés nacido después de la Segunda Guerra Mundial. Los candidatos con más posibilidades de victoria -el conservador Sarkozy y la socialista Royal- comenzaron la campaña asegurando que estas presidenciales pondrían fin a la V República francesa y alumbrarían la VI, aunque ninguno de ellos ha llegado a concretar las bases de esta nueva época ni han ofrecido respuestas claras para afrontar la crisis de una gran potencia en paulatino declive.

La campaña se ha centrado, por el contrario, en la personalidad de los principales candidatos y en su recta final las posiciones se han decantado con claridad: todos -hasta 11- contra Sarkozy. El carismático aspirante de la derecha francesa es el enemigo a batir. Hacía mucho tiempo que una campaña no aparecía tan polarizada entre uno y todos los demás. Sus carteles electorales han sido pintados sistemáticamente en las calles con el bigote de Hitler o los cuernos del diablo y los caricaturistas de la prensa de izquierda se han cebado con él. Los demás candidatos se presentan a sí mismos como la mejor forma de parar a Sarko. Para los ultraderechistas de Le Pen -a quien los sondeos no pronostican el éxito de hace cinco años, cuando pasó a la segunda vuelta-, el europeísta y atlantista Sarkozy representa la traición a los valores franceses. No en vano, Le Pen le ha descalificado por su origen húngaro. Los socialistas y la izquierda francesa -fragmentada en pequeñas formaciones comunistas o troskistas que presentan a sus candidatos-, le consideran casi como la reencarnación del diablo. Y en su espacio electoral, el aspirante de centro, François Bayrou -la sorpresa de última hora-, se presenta como la moderación frente al radicalismo del ex ministro del Interior.

El propio Sarkozy acusó esta campaña de demonización sin precedentes en su mitin de clausura en Marsella: «Llego hasta aquí herido como un soldado». Los brutales ataques contra el candidato conservador son difíciles de explicar desde la racionalidad. Así lo declaró a este periódico el historiador Max Gallo: «Sarkozy suscita en una parte de la población un verdadero odio que no tiene que ver con la razón. Es el político más odiado desde De Gaulle». Se trata, en efecto, de un odio irracional porque no hay nada ni en su programa electoral ni en su personalidad que justifique las apocalípticas predicciones sobre su posible victoria. La obsesión anti Sarkozy ha tenido un efecto rebote y le ha suscitado las simpatías de muchos otros ciudadanos. Lo cierto es que los últimos sondeos le conceden la victoria -con una horquilla de entre uno y cuatro puntos- sobre su inmediata rival, Ségolène Royal, la candidata socialista de la renovación que ha ido perdiendo fuelle a lo largo de la campaña.

El elevado número de indecisos dificulta el pronóstico, pero el resultado más probable es que el conservador y la socialista disputen la segunda vuelta. El mayor riesgo al que se enfrenta hoy Sarkozy es que Bayrou logre disputarle la Presidencia en la segunda vuelta, ya que el democristiano recibiría todos los votos de la izquierda. Pero eso parece bastante improbable.

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