Fue un triunfo del espíritu de superación del ser humano. Y también del marketing. Lo primero, porque Stephen Hawking logró ayer, durante cuatro minutos, desprenderse de la silla de ruedas «a la que estoy atado desde hace casi cuatro décadas», según sus propias palabras. Fueron cuatro minutos en los que el físico británico estuvo flotando en el aire de un avión Boeing 727, en estado de ingravidez. En total, Hawking realizó ocho vuelos parabólicos, en los que el avión sube y baja como una brutal montaña rusa, y en cada uno de ellos estuvo «alrededor de 25 segundos en situación de ingravidez total», según declaró a EL MUNDO Noah McMahon, uno de los jefes de la misión.
Pero toda la operación estuvo marcada por un marketing implacable. Porque Zero Gravity, la empresa especializada en vuelos en los que se recrean las situaciones de ingravidez del espacio, utilizó su invitación a Hawking para promocionar al máximo su actividad. Apenas tres cuartos de hora después del vuelo, el consejero delegado de Zero Gravity, Peter Diamandis, explicaba a una veintena de periodistas reunidos en Cabo Cañaveral los pormenores de la misión en un estado de euforia debido al tremendo éxito publicitario de la operación.
Hasta los movimientos del físico dentro de la nave tenían que adecuarse a las necesidades de los dos fotógrafos que acompañaban a Hawking para inmortalizar el momento. Cuando el científico dijo que quería dar varias volteretas, «le levantamos del suelo [del avión], le giramos para que mirara a las cámaras, y después le ayudamos a dar varias vueltas», explicaba un Diamandis extático. En su mano derecha, el consejero delegado de Zero Gravity tenía una manzana similar a la que habían metido dentro del avión para que girara en la misma ingravidez que Hawking. Era una obvia referencia a la famosa manzana que al caer del árbol inspiró a Isaac Newton sus estudios sobre la fuerza de gravedad. Una fuerza que ayer Hawking pudo romper.
Y el físico -que, precisamente, ocupa en Cambridge la misma cátedra que ocupara Newton- no ocultaba ayer su euforia. «Fue increíble», dijo, con el sintetizador de voz que le permite hablar. Y añadió: «¡Espacio, allá voy!». Poco antes había explicado que «no he tenido ningún problema con la gravedad cero. Ha sido maravilloso».
Hawking no ocultó que «hubiera seguido una y otra vez». De hecho, su resistencia física sorprendió a sus acompañantes. «Habíamos previsto una o dos parábolas. Y un máximo de seis. Pero él las resistió sin problemas. Al final, dimos ocho», explicó a EL MUNDO McMahon. Para este especialista en vuelos en gravedad cero, que había dirigido toda la preparación de la misión, Hawking «se sintió perfectamente en todo momento. Todo ha ido mucho mejor de lo que esperábamos».
El físico iba acompañado de cuatro médicos, dos enfermeras y su asistente personal, Sam Blackburn. Las parábolas -que en realidad son brutales subidas y bajadas en las que el Boeing llega a precipitarse más de dos kilómetros en menos de medio segundo- fueron más cortas de lo habitual. «Las subidas fueron más suaves de lo normal. En lugar de alcanzar 1,8G [G es la fuerza de la gravedad], se quedaron en 1,5. Y las bajadas, que es cuando se alcanza la ingravidez, duraron 25 segundos, cinco menos de lo normal», según McMahon. Además de Hawking y de sus cuidadores, en el vuelo iban ocho personas que pagaron en total 150.000 dólares (110.000 euros), que serán destinados a causas humanitarias, y unos 20 directivos y empleados de Zero Gravity. La empresa ofrece desde el sábado pasado en la ciudad de Las Vegas vuelos diarios en los que se da una situación de gravedad cero, a un precio de 3.750 dólares (2.7611 euros).
Tras el vuelo -que, en total, duró dos horas- los compañeros de Hawking le saludaron con una ovación cuando lo sacaron del avión, de nuevo en su silla de ruedas, con un camión con una plataforma especial.
El contraste entre Hawking y los otros no podía ser más patente, sobre todo en la rueda de prensa que tuvo lugar poco después. Allí estaba el físico, que sólo puede mover la parte izquierda del labio superior, postrado en su silla, con sus manos, en las que destacaban una uñas mal cortadas, dobladas sobre su regazo. Rodeándole y vitoreándole sus colaboradores, varias décadas más jóvenes que él, sin que estuviera muy claro si su respeto era sincero o más bien satisfacción por el increíble golpe publicitario que ayer se anotó Zero Gravity. Una duda que no se daba en el caso de Diamandis, que aprovechó la rueda de prensa incluso para atacar a Virgin Galactic, la empresa del millonario británico Richard Branson, que el año que viene empezará a ofrecer viajes espaciales. Unos viajes espaciales que, previsiblemente, serán inaugurados por Stephen Hawking.