Una tremenda explosión, que pudo ser causada por un escape de gas, derrumbara de madrugada el edificio, mientras todos dormían en su interior. Sigue en

El humo y la inestabilidad de la zona también dificultaron el de salvamento. Se logró rescatar e identificar los cadáveres de seis vecinos, todas mujeres. Sobre la 1.30 de la madrugada, se localizó otro cuerpo sin vida, el de un varón de unos 70 años llamado Hilario, según detalló el alcalde palentino, Heliodoro Gallego, a Efe. Al menos tres personas permanecían desaparecidas al cierre de esta edición. Dos de ellas -un joven rumano llamado Eduard y una señora de avanzada edad, de nombre Petra, según añadió el alcalde- estaban localizadas bajo los escombros pero todavía no había sido posible sacarlas. De la otra, no se sabía nada.

Los servicios de emergencia atendieron a 34 personas, pero sólo ocho se encontraban anoche hospitalizadas. Doscientos ciudadanos fueron evacuados. La ciudad entera permaneció en vela.

El edificio siniestrado, de cinco plantas y 10 viviendas, se desplomó sobre sí mismo en una espectacular imagen. La explosión, que pudo estar causada por un escape de gas, se produjo en la planta baja a las 5.45 horas, cuando casi todos sus habitantes -20 censados- se encontraban durmiendo. El inmueble se construyó hace cerca de 30 años en el centro histórico de la ciudad, a escasos 100 metros de la catedral, para funcionarios del Ayuntamiento, y en él habitaban mayoritariamente personas mayores y parejas jóvenes con hijos.

La onda expansiva fue tan potente que alcanzó a las fachadas de otros inmuebles de la misma calle y motivó que, por seguridad, se decidiera derribar el edificio colindante. A 200 metros del lugar de la detonación se podían encontrar más cristales rotos y persianas desplazadas. La explosión se escuchó en un amplio radio de la ciudad. Palencia no tuvo más remedio que despertar.

Los primeros minutos fueron caóticos. Tras el silencio demoledor que sucedió a la deflagración comenzaron a oírse las voces de los vecinos que, en la oscuridad, trataban de abandonar las casas aledañas que aún se mantenían en pie en medio de una tremenda polvareda. Entre todo el desastre, el edificio derruido se puso a arder y contagió al resto de la zona con las llamas. El incendio tardó algunas horas en ser definitivamente sofocado.

Tras la confusión inicial, los vecinos fueron los primeros en acercarse a las ruinas para buscar entre los escombros, desde donde salían voces que pedían auxilio. Así pudieron rescatar a los primeros heridos: desenterrándolos con sus propias manos.

No tardaron en llegar las primeras dotaciones de bomberos, que iluminaron el lugar con potentes focos. Mientras trepaban por los escombros, agentes de Policía Local, Policía Nacional y Bomberos iban entrando en las casas cercanas para ayudar a sus habitantes a desalojar las viviendas. Hasta 200 efectivos participaron en las tareas de rescate.

Ambulancias y voluntarios de Cruz Roja socorrían con mantas a los vecinos, para combatir un frío de tres grados centígrados. Cientos de vecinos terminaron agolpándose alrededor del cordón policial.

Poco después de las 7.00 horas llegaron desde Burgos los miembros de la Unidad Canina del Servicio de Emergencias 112 de Castilla y León. Gracias al trabajo de los perros, se pudo localizar a seis personas con vida, aunque también a alguno de los fallecidos.

Desde primera hora, el alcalde de la ciudad se interesaba por las labores de rescate y por el estado de las víctimas. No tardaron en llegar otras autoridades como el presidente de la Junta de Castilla y León, Juan Vicente Herrera, o el delegado del Gobierno, Miguel Alejo.

Éste explicó que los trabajos de desescombro podrían prolongarse por espacio de una semana debido a la gran cantidad de restos que se acumulaban. Los bomberos trabajaban lo más rápido posible, aunque siempre bajo la premisa de la máxima seguridad.

Al remover los escombros, se reavivaban las llamas de pequeños incendios y el humo impregnaba el aire. El 112 repartía mascarillas a autoridades, voluntarios y periodistas. Pese a ello, varias personas que trabajaban cerca de las ruinas tuvieron que ser evacuadas en ambulancia a causa de intoxicaciones leves por monóxido de carbono.

Mientras una grúa se llevaba un coche reducido a chatarra, fueron llegando los familiares de las víctimas. Acompañados por agentes de policía entraban en el convento de las Hermanitas de los Ancianos Desamparados, donde les esperaba un equipo de psicólogos.

Los iban a necesitar. La de ayer fue la más grave de las ocho explosiones de gas registradas en lo que va de año y una de las peores de la década. Palencia no se veía en otra igual desde el pasado mes de agosto, cuando un tren descarriló y murieron siete de sus pasajeros. La Junta ha decretado tres días de luto.