Los actores de la presunta trama para desprestigiar al presidente del BBVA guardaron ayer un clamoroso silencio que alienta la veracidad de la denuncia de Manuel Conthe y que hace bueno el dicho castellano de que el que calla, otorga. Sólo se nos ocurre otra explicación, necesariamente peor: que se esté ganando tiempo para borrar pruebas y tratar de reducir el caso a un asunto de la palabra de uno contra la de otro.
Pero lo cierto es que Miguel Sebastián, presunto cerebro de la operación, estuvo ayer desaparecido en plena precampaña. Dejó colgados al resto de candidatos de Madrid -incluido su compañero Rafael Simancas-, en una fotografía de grupo a la que se comprometió días atrás con EL MUNDO, lo que llevó a Esperanza Aguirre a acusarle de esconderse. El escenario elegido era un edificio emblemático, casualmente la torre de la constructora Sacyr, cuyo presidente, Luis del Rivero, es uno de los implicados en la guerra contra Francisco González.
Carlos Arenillas, la «correa de transmisión» de Sebastián, no ha vuelto a abrir la boca después de objetar, como único argumento en su defensa, que denunciar la maniobra en la toma de posesión del presidente de la CNMV denotaba «mala educación».
David Taguas, sucesor de Sebastián al frente de la Oficina Económica de La Moncloa, escurrió el bulto, pese a la sombra que ahora se extiende sobre los trabajos que se desarrollan entre sus cuatro paredes. «Nada que comentar», manifestó.
El único miembro del Ejecutivo que dio la cara fue Pedro Solbes. Sin desmentir la denuncia, se limitó a decir que ningún órgano oficial elaboró el informe sobre González.
En similares términos se pronunció el portavoz del Gobierno, Fernando Moraleda, con una exculpación tramposa. Aseguró a las agencias que es «rotundamente falso» que desde algún organismo gubernamental se redactara el informe sobre FG Valores, desmintiendo algo que nadie ha dicho, porque de lo que se acusa a la Oficina Económica no es de confeccionar el dossier, sino de utilizarlo. Luego aclaró a EL MUNDO que tampoco La Moncloa se dedicó a «difundir» los papeles. Pero, por la propia trascendencia del asunto, lo que correspondería es fijar una posición por escrito y no tratar de manipular a los medios de comunicación. Lo mínimo que podría hacer el Gobierno es publicar una nota aclarando todos los extremos.
La Cadena Ser, por su parte, dio una explicación incongruente. Dijo que el periodista que acudió a la CNMV lo hizo para contrastrar una información que había trabajado durante semanas y que, si registró los documentos en este organismo, fue por mandato de Conthe. Parece mucha casualidad que fuera a corroborar sus datos justo el mismo día que Arenillas los corroboraba en La Moncloa, como extraño resulta que un periodista cumpla las órdenes que le da el presidente de la CNMV. Todo apunta a que la Ser indujo la noticia al forzar la investigación del regulador. Cabe recordar además que, como se publicó en su día, tras el intento de Sacyr de controlar el BBVA estaba Matías Cortés, abogado de Polanco y consejero tanto de Prisa como de la constructora.
En medio del silencio oficial, el Gobierno pagó ayer su primer precio político al quedarse solo en el Congreso, que votó a favor de que al presidente y al vicepresidente de la CNMV los nombre la Cámara. El PP debería apurar ahora el margen reglamentario para esclarecer el asunto en el Parlamento, en vez de sustituir en los tribunales al afectado -Francisco González- judicializando el caso precipitadamente con una querella.