Batasuna acordó en esa asamblea recomendar a sus seguidores que vayan a votar las listas de ANV en todos los municipios vascos y navarros, incluso en aquellos en los que han sido anuladas. La razón es que el partido de Otegi quiere sumar esos votos nulos a los que obtenga «legalmente» su mascarón ANV.

Tras haber sugerido el pasado domingo que todavía había tiempo para ilegalizar a ANV si Batasuna pedía el voto para esta formación, el fiscal general del Estado, Cándido Conde-Pumpido, dio ayer marcha atrás y se tragó sus palabras. Según un portavoz de la Fiscalía, las declaraciones de Barrena son «un indicio más», pero no suficiente para solicitar al Supremo la ilegalización.

Las Fuerzas de Seguridad del Estado sabían que esa asamblea de Batasuna iba a tener lugar, pero prefirieron no intervenir a pesar de la asistencia de Otegi, Permach y la plana mayor del partido ilegalizado. Otra muestra más del trato que el Gobierno está dando a Batasuna y que contrasta con esta estrategia de la izquierda abertzale que ya hemos visto este fin de semana: el sabotaje de los actos electorales de Ibarretxe y José Blanco, al que insultaron gravemente.

Resulta muy difícil de entender la permisividad de Zapatero y la Fiscalía con un partido ilegal que se reúne y se manifiesta sin cortapisas y, lo que es peor, que decide con total impunidad que va a sabotear el derecho de reunión de los partidos democráticos. La pregunta es si la Ertzaintza va a tolerar que una pandilla de desalmados boicotee los mítines de esos partidos y va a permitir que se lleve a cabo la escalada de coacciones que anuncian, que pasa por una intensificación de la kale borroka y de las amenazas a los candidatos del PSOE y del PP.

El rechazo del Gobierno a pedir la ilegalización de todas las listas de ANV -o de la propia formación- ha sido interpretado por ETA y su brazo político como un signo de debilidad. Y ello ha envalentonado todavía más a esa izquierda abertzale que ha pasado del acoso judicial y político que sufrió tras la aprobación de la Ley de Partidos a adueñarse de nuevo de la calle y a marcar la agenda política.

Resulta muy difícil entender por qué el Gobierno ha dejado crecerse a Batasuna. Si ello formaba parte de una estrategia de Zapatero de debilitar al PNV y colocar al PSE en el centro del escenario político vasco, el tiro le puede salir por la culata. Lo que perciben hoy los ciudadanos es una inquietante dejación de responsabilidades de un Gobierno que ha permitido resucitar a una Batasuna que sigue sin desmarcarse de ETA.