La polémica sobre las OPA a Endesa ha traído pésimas consecuencias para la credibilidad internacional de España. En su último informe sobre la economía española, publicado ayer, el FMI pide al Ejecutivo de Zapatero un compromiso con los mercados abiertos e independencia en los organismos reguladores.
El estudio, que es inusualmente duro con el marco regulatorio español, recoge en sus 32 páginas cinco referencias a la necesidad de que los reguladores del mercado tengan más independencia. Las críticas tienen nombres y apellidos: Endesa, CNMV, Manuel Conthe y Julio Segura.
Una de las cinco conclusiones del informe es simplemente una expresión de preocupación sobre la crisis de Endesa: «La controversia que ha rodeado el proceso de compra de una gran empresa eléctrica ha renovado la atención sobre la independencia de las autoridades reguladoras. Las divergencias acerca del manejo de una larga operación de compra llevaron a la dimisión del presidente de la Comisión de Valores [sic]. Su sustituto ha fracasado en su intento de lograr el respaldo de la oposición y la cuestión continúa siendo objeto de debate y de investigaciones parlamentarias».
Para solucionar el problema, los funcionarios del Fondo han aprovechado sus reuniones con altos cargos españoles para «enfatizar la importancia de un compromiso más claro del Gobierno con los mercados abiertos y competitivos, y de una mayor independencia de las agencias reguladoras con respecto a los ministerios competentes». El informe sugiere que los órganos de defensa de la competencia «no tengan absolutamente ninguna relación con los ministerios de esos sectores».
No es la primera vez que el FMI censura al Gobierno por las OPA sobre Endesa. En 2006, el entonces economista jefe de la institución, Raghuram Rajan, explicó a EL MUNDO que, actitudes como las del Ejecutivo español respecto a la OPA de E.ON, «son una máscara para proteger intereses ocultos». Pero ayer fue la primera vez que la institución puso en letra impresa esas consideraciones.
Respecto al futuro de la economía española, el FMI profesa un moderado optimismo, pero advierte de la presencia de crecientes riesgos. «Las perspectivas inmediatas de crecimiento son brillantes y el escenario central [de las previsiones] es de un aterrizaje suave, pero con apreciables riesgos a la baja». Esa cautela se debe al endeudamiento del sector privado, «que alcanza el 187% del PIB, uno de los más altos de la OCDE». En ese contexto, y dado el actual ciclo alcista de los tipos, «el principal riesgo es que los agentes ajusten sus cuentas más rápidamente de lo anticipado». Eso puede provocar «un prolongado periodo de débil actividad».
En otras palabras, España está creciendo a base de crédito barato, que alimenta el consumo y mantiene una inflación más alta que la media de los países de la zona del euro. Si las familias recortan drásticamente su gasto, el país se encontrará en una situación similar a la de Italia, dado que no puede recuperar competitividad por medio de una devaluación. En ese escenario, los españoles deberían afrontar años de crecimiento muy bajo, hasta que los salarios se moderen y el país recupere la competitividad.
Ésa es una posibilidad que ya consideró hace ahora dos años el director del FMI, el español Rodrigo Rato, cuando declaró a este periódico que «hay países en Europa que se enfrentan a la parte menos cómoda de una unión monetaria, que es tener una situación económica muy tenue y no poder devaluar», aunque no quiso entrar a valorar las posibilidades de que eso fuera a acabar pasando en España. Recientemente, uno de los economistas más prestigiosos de EEUU -Olivier Blanchard, del Instituto Tecnológico de Massachusetts- también afirmó que España corre el riesgo de caer en esa dinámica.