Después de las manifestaciones realizadas ayer por el presidente del Gobierno queda claro que el PSOE pretende movilizar el voto de la izquierda para ganar las votaciones del domingo agitando el fantasma de Aznar. Ya lo hizo al inicio de la campaña, con un vídeo electoral en el que las primeras imágenes están dedicadas a la Guerra de Irak. Pues bien, Zapatero aprovechó ayer las poco matizadas manifestaciones de su antecesor en La Moncloa en las que aseguraba que cada voto que no sea para el PP «será un voto para que ETA esté en las instituciones», como argumento para generar una oleada de rechazo entre los votantes.
No es la primera vez que cuando los socialistas se han visto en apuros han acudido a sacar a Aznar del desván, ya sea haciendo tremendismo de un desliz o directamente exagerando las intervenciones de alguien que se separó de la primera línea de la política hace tres años. Cabe decir, primero -y parece ridículo tener que recordarlo-, que Aznar no se presenta a alcalde ni a presidente de comunidad autónoma. En segundo lugar, es sabido que el PP perdió ya unas elecciones generales, que es el momento en el que los ciudadanos someten a juicio a sus gobernantes. Pretender estirar su sombra para examinarle en cada convocatoria a las urnas es tomar a los votantes por menores de edad. Hay una tercera consideración: éstas no son unas elecciones primarias y el PSOE se ha cansado -no sin razón- de afear a Rajoy que las haya planteado en esa clave. Por último, es significativo que Zapatero intente ganar apoyos en la recta final de la campaña no con propuestas ni con ideas -como dijo que respondería a cada hipotético exabrupto del PP- sino recurriendo al miedo y ofreciéndose simplemente como barricada para detener el ascenso de la derecha, en sintonía con el famoso «cordón sanitario» o el antiguo doberman.
Sería injusto no reconocerle al PSOE que el PP ha cometido el pecado de convertir estos comicios en un plebiscito sobre la política antiterrorista del Gobierno. Pero en su disculpa hay que decir que buena parte del futuro de España -al menos tal y como hoy la conocemos- se juega el domingo en Navarra. La política ambigua y condescendiente que los socialistas han tenido hacia la izquierda abertzale da crédito a las afirmaciones que hoy hace Miguel Sanz en estas páginas, en el sentido de que si desalojan a UPN del Gobierno autonómico no hay garantías de que Navarra «siga siendo España». Y en disculpa de los populares hay que apuntar, también, que el «mero instinto de conservación» -en palabras de Fernando Savater- hace que en muchos puntos del País Vasco la prioridad ante cualquier convocatoria electoral sea el modo de enfrentarse a ETA.
El discurso de Zapatero llamando al voto a la desesperada revela que hay temor en el PSOE a una desmovilización de la izquierda y que, más que por ganar, parece haber apostado por no perder.
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