Un joven disfrazado de cóndor andino, el ave de las alturas, aletea junto al banquillo, donde descansa el vicepresidente con varios ministros y ministras. Mediodía de ayer en la capital más alta del planeta, encumbrada a 3.865 metros de altitud. Evo está «indignado» por la que cree una «decisión discriminatoria e injusta», y amenaza con golear a tres combinados de periodistas nacionales e internacionales, que jugarán 30 minutos cada uno contra el equipo presidencial. Tras izar personalmente la bandera nacional, Morales despliega una pancarta donde se lee: No al veto a la altura, sí al deporte universal.

La molestia del presidente es tal, que cuando empieza a chutar, a diestra y siniestra, balones de regalo para el público, los manda con toda su fuerza hasta lo más alto de las gradas. «¿Cómo es posible que me estén prohibiendo jugar al fútbol?», se pregunta. «Yo juego bien en todas partes: en las alturas y en las bajuras», comenta, antes del encuentro, que acaba con la derrota, por 2-0, de la prensa. Morales, habitualmente buen goleador, no consigue marcar.

El partido está dentro de los 60 minutos libres que el ministro de Trabajo ha concedido a todos los funcionarios del país para hacer deporte. En plena fiebre futbolera patriótica, el secretario general de la Federación Boliviana de Fútbol comenta que «nadie se ha muerto por jugar en la altura», aunque reconoce que es necesario «un periodo de adaptación mínimo de tres días , por los efectos del soroche [mal de altura]» y apunta que «también los paceños, cuando juegan en campos a nivel del mar se ven afectados con hinchazón de extremidades». Además, apunta a los culpables: «Creo que Argentina y Brasil», que hace unos años sufrieron sendas derrotas en La Paz, todo sea dicho, después de 40 años de victorias, «son los impulsores de esta medida, ahora que Perú pretende que se jueguen partidos internacionales en Cuzco, y que también Ecuador ha conseguido sus dos únicas clasificaciones para los últimos mundiales jugando en altura».

Sin embargo, los jefes de Estado de Argentina, Uruguay, Venezuela y Sudáfrica han descolgado el teléfono para solidarizarse con Evo, que piensa ir en persona, si es necesario, a hablar con el presidente de la FIFA sobre el tema. «Quien gana en la altura, gana con altura y quien tiene miedo a la altura, pues no tiene altura», dijo Morales, entregado a la causa. También en el fútbol, el presidente boliviano quiere abanderar la defensa andina, sabedor de la poderosa plataforma que es el deporte rey. Ayer jugó al fútbol, pero promete más reivindicaciones: la próxima semana organizará «un plan regional de defensa de la altura» con todas las autoridades del país, y una delegación boliviana asistirá a un debate internacional sobre el asunto en Paraguay. De momento, las ministras y diputadas organizan otro partido de futbito contra las periodistas.

El polémico veto de la FIFA provocó reacciones en todo el ámbito internacional. Los ecos llegaron hasta España. El entrenador del Atlético de Madrid, el mexicano Javier Aguirre, no dejó dudas sobre su postura al respecto: «Blatter no tiene ni puta idea». Alvaro Uribe, presidente de Colombia, expresó también su malestar: «Hay que hablar muy claramente con la FIFA y hacer una campaña. Considero que esto es injusto y además no tiene presentación».

La federación peruana de fútbol calificó la prohibición de «discriminatoria». Javier Arce, seleccionador de Perú, fue más allá: «Hay una tema de exclusión y queremos reciprocidad. Así como la FIFA veta sedes de gran altura debería hacer lo mismo con los estadios en ciudades de altas temperaturas como Sao Paulo y de humedad como Buenos Aires, que también dañan la salud de los jugadores». El secretario general de la Comunidad Andina (CAN) fue contundente: «Es una actitud vergonzosa, sorpresiva, discriminatoria, sin argumentos técnicos» y sugirió, además, seguir el ejemplo de Bolivia, en donde se recogerán un millón de firmas para enviarlas a la FIFA. En Quito, se produjo una manifestación bajo el lema «No al apartheid, Quito casa de la selección». Pero no todo son voces en contra de la medida. Las federaciones de las dos grandes potencias del fútbol sudamericano, Brasil y Argentina, mostraron su apoyo a la decisión de Blatter.