El flamante presidente de Francia, Nicolas Sarkozy, ya se lo advirtió el miércoles a Angela Merkel en un almuerzo previo a la Cumbre del G8 en Heiligendamm. Si el documento final no recogía cifras concretas en la reducción de gases contaminantes, la cita al borde del mar Báltico sería un fracaso. Y, pese al «gran éxito» que anunciaba ayer la canciller alemana, el texto que se aprobará hoy representa un acuerdo de mínimos.
Pese a que Merkel hablaba ayer de un «enorme paso adelante», las organizaciones ecologistas mostraban en Alemania su «decepción» y denunciaban que los países más industrializados del mundo han faltado a sus «responsabilidades históricas» en la lucha contra el calentamiento global.
En lo que los expertos ya califican de mera declaración de intenciones y de acuerdo de escasa consistencia para salvar la cara de la cita del G8 -si bien reconocen que hay un tímido avance, ya que EEUU admite que hay que recortar la emisión industrial de gases de efecto invernadero y que la solución global debe ser gestionada por la ONU-, el llamado club de los ricos señala «la necesidad de reducir sustancialmente» la expulsión de CO2 a la atmósfera y se compromete a «considerar seriamente las decisiones tomadas por la Unión Europea (UE), Canadá y Japón».
Se refiere el documento que será aprobado hoy a la gran apuesta de Merkel, la reducción a la mitad, antes de 2050, de la emisión de contaminantes con referencia a los datos de 1990, lo que equivaldría a reducir en dos grados el calentamiento del planeta. Según los científicos, de proseguir la tendencia actual la temperatura aumentará entre 1,4 y 5,8 grados en 2100. «Nos comprometemos a llevar a cabo esos objetivos e invitamos a las principales economías emergentes en ese esfuerzo», añade vagamente el documento oficial.
Así pues, el G8 no sólo no adopta recortes cuantificables, sino que tampoco habla de esa referencia a los datos de 1990. Sin embargo, una Merkel exultante aseguraba ayer que «habrá un comienzo claro y un final claro».
Según lo acordado, las negociaciones sobre las medidas a tomar deberían iniciarse en la cumbre del clima de Naciones Unidas en Bali, que se celebrará en diciembre y deberán cerrarse en 2009. El resultante de esos debates -que no serán vinculantes, según se desprende del documento- deberá sustituir al Protocolo de Kioto firmado en 1997 y que expira en 2012. «Algunos países han evolucionado», insistía la gobernante alemana en relación al cambio de actitud de Estados Unidos.
Desde Greenpeace se calificaba ayer el acuerdo logrado en Heiligendamm de «ridículo, menos que poco». La organización ecologista acusaba a los ocho países participantes en la cumbre de que «lo único que han hecho es posponer el problema». Sin embargo, entre los líderes mundiales presentes ayer en el balneario a orillas del Mar Báltico se intentaba presentar el acuerdo sobre el clima como un avance importante. Así, el más entusiasta volvió a ser, como siempre, el primer ministro británico, Tony Blair, que ya incluyó el clima en la reunión del G8 que se celebró hace dos años en Gleneagles. «Es un gran paso adelante», señaló el inquilino de Downing Street.
Y, si mientras el presidente de la Comisión Europea, el siempre optimista Jose Manuel Durao Barroso, saludaba el apoyo de Estados Unidos al acuerdo y alababa la «auténtica flexibilidad» mostrada por el presidente George W. Bush, la dosis de realismo la volvía a colocar Nicolas Sarkozy. El presidente francés, preguntado al respecto, no dudó en responder: «Si me quieren ver decir que podríamos haberlo hecho mejor, entonces diré que sí. Quiero hablar francamente».
Por otra parte, ayer prosiguieron las manifestaciones en toda la zona contra la reunión del G8 al norte de Alemania. Mientras la policía lograba mantener prácticamente bajo control la valla occidental de acceso a Heiligendamm, salvo algunos pequeños cortes, era en la entrada de Rennbahn donde no lo consiguió durante casi toda la jornada. Pero, sin duda, la acción de protesta más espectacular la llevó a cabo ayer la organización Greenpeace. Dos de sus lanchas motoras con carteles en contra de la cumbre -«el G8 debe actuar sobre el clima», se podía leer en uno de ellos- lograron romper la zona de seguridad establecida por las autoridades alemanas en los alrededores de Heiligendamm y, durante unos minutos, jugaron al gato y al ratón con las embarcaciones de la policía.
A poco más de 100 metros de la costa, una maniobra de las fuerzas de seguridad hizo que una de las lanchas de la organización internacional chocara con la de sus compañeros. Tres personas resultaron heridas, 21 fueron detenidas y las autoridades se incautaron de otras 11 embarcaciones del grupo ecologista.