Los primeros resultados oficiales dados a conocer anoche -con el 99,85% escrutado- atribuyen a los sarkozystas y sus aliados del Nuevo Centro más del 42% de los sufragios. Quiere decirse que la UMP (Unión para un Movimiento Popular) se desenvuelve y se proyecta en una horquilla de entre 383 y 501 escaños de los 577 que componen la Cámara. Muchos más de cuantos tenía en su actual mayoría absoluta y hasta el cuádruple de cuantos diputados manejará el Partido Socialista (PS).

En efecto, la izquierda francesa en su conjunto afronta la cita del 17 de junio en una situación desastrosa. El PS obtuvo el 24,73% de los sufragios y supera la cifra de 100 escaños, mientras que el Partido Comunista (4,28%) y los Verdes (3,25%) afrontan el segundo turno al límite de la desaparición.

Semejante retroceso está relacionado con el estado de gracia de Nicolas Sarkozy -su popularidad supera a la del general De Gaulle- y con la pobre movilización del electorado progresista. Es verdad que los barones socialistas habían promovido una llamada desesperada para evitar los riesgos del «absolutismo conservador», pero los votantes franceses, saturados por el ajetreo de las últimas presidenciales y particularmente apáticos en los bastiones de la izquierda, prefirieron el sol y regatearon coralmente la disciplina de las urnas.

Nunca se había producido una participación tan baja en el último medio siglo de Historia, sin olvidar que el índice registrado ayer (el 60,47%) palidece llamativamente frente al 84% que los franceses redondearon en las presidenciales del 6 de mayo.

Un mes después, pesa descaradamente la victoria de Nicolas Sarkozy y se percibe la disciplina de sus mosqueteros. Empezando por François Fillon, primer ministro del Ejecutivo, líder de la campaña de la UMP en las legislativas y protagonista de un discurso en clave autocomplaciente: «Los resultados confirman la voluntad general de cambiar Francia. Ha nacido una esperanza popular para romper con el pasado. Ha nacido una esperanza para devolver al país su optimismo. Estamos delante de una revolución política en nombre de la apertura, del crecimiento, de la modernización y de la pluralidad. Esperamos ahora que esta tendencia tan clara se confirme en la cita del domingo», decía el jefe del Gobierno.

Nada que ver con el nerviosismo o el providencialismo de Ségolène Royal -«ya no hay excusas para buscar la creación de una gran fuerza de izquierdas»- ni con el desconcierto que predomina en el cuartel de François Bayrou.

El líder del Movimiento Democrático (MODEM) obtuvo 7,63% de votos, menos de la mitad de los que se granjeó en las presidenciales (18,7%), de modo que su nuevo partido tendría que resignarse a cuatro o seis diputados en el esquema conservador de la Asamblea Nacional.

«La gran ola ha sido la amplificación de la victoria de Nicolas Sarkozy. El Parlamento, por tanto, queda completamente desequilibrado y Francia se expone a un rodillo cuyas consecuencias muy pronto lamentaremos todos», decía ayer François Bayrou al borde de un ataque de nervios.

La consulta de las legislativas ha superado las previsiones más optimistas de la UMP tanto como ha ridiculizado el peso político del Frente Nacional. Jean Marie Le Pen se resigna al 4,28% de los sufragios. Menos de la mitad de cuantos dieron crédito a su partido en los comicios legislativos de 2002.

Tampoco ahora va a conseguir representación parlamentaria, pero el varapalo de ayer elimina del escaparate francés la extrema derecha en sintonía con el porcentaje global de la extrema izquierda (3,41%). ¿Cambiarán las cosas en siete días? Ségolène Royal confía en una especie de milagro contra «los abusos de poder», aunque, de momento, se ha autoproclamado como la madrina socialista que va a ocuparse de la resurrección del PS después del trauma 17 de junio. Ayer fue la primera personalidad del PS que hizo una declaración institucional. Quizá porque no ha querido presentarse en ninguna circunscripción y porque quiere asistir al desastre los compañeros antes de erigirse en salvadora.

Los primeros casos llamativos provienen de sus viejos escuderos. Su portavoz en las presidenciales, Arnaud Montebourg, y su director de campaña, Jean-Louis Bianco, tienen bastante difícil conseguir el acta de diputados en las respectivas circunscripciones de Saone-et-Loire y Hautes-Alpes. Les esperan en la segunda vuelta los hombres de Sarkozy.