El trigésimo aniversario de las primeras elecciones democráticas tras casi 40 años de dictadura sirvió ayer al Rey para reivindicar «una manera de hacer política», la de la Transición, como herramienta para «derrotar la abominable lacra del terrorismo». Las palabras de Don Juan Carlos -que presidió con la Reina y el Príncipe el acto conmemorativo en el Congreso de los Diputados- eran especialmente esperadas. Más allá del valor simbólico del acontecimiento, el Monarca se pronunciaba por primera vez en un gran foro tras el anuncio de ETA de reanudar los asesinatos. También había interés por medir el ardor o la frialdad de sus palabras en defensa de cuanto se rememora en este aniversario, en una legislatura en la que el Gobierno ha apostado por reivindicar particularmente los valores de la II República.
El discurso de Don Juan Carlos, en cuya redacción se implicó personalmente, fue rotundo. De un lado, habló de «derrotar» a ETA y subrayó que 30 años de democracia «son ya muchos para dejar claro, una vez más, que la violencia terrorista nunca conseguirá sus objetivos». De otro, apeló a una serie de principios que encarnó en los protagonistas de la Transición -«el respeto mutuo, la tolerancia, la reconciliación y la concordia»- como contrapunto a «experiencias históricas marcadas por divisiones». Fueron reiteradas sus llamadas al «consenso», la «unidad» y la «cohesión» en la lucha contra el terrorismo, advirtiendo que eso «es lo que los ciudadanos quieren de sus partidos e instituciones» e incluso se puso de ejemplo al recordar que eso es también lo que «tantas veces» ha pedido.
Su defensa de la Transición como referencia para superar «divisiones y desencuentros» que, aseguró, «no pueden ser compañeros de ruta de una gran Nación como España», la materializó con el gesto muy oportuno de conceder el Toisón de Oro a Adolfo Suárez.
Dada la trascendencia de la celebración, sorprendió la ausencia de los ex presidentes González y Aznar, ambos de viaje en el extranjero. Si bien es cierto que ninguno excusó su presencia, lo sorprendente es que, al menos en el caso del segundo, recibiera la invitación el jueves pasado, cuando en su agenda ya tenía apuntados otros compromisos.
Por lo demás, el acto no fue ni mucho menos un trámite. Resultó muy emotivo y las palabras del Rey crearon un clima especial en una Cámara que ha vivido demasiados episodios de división en los últimos tiempos. Sería exagerado aventurar que el estímulo dado ayer por Don Juan Carlos pudiera reconducir las relaciones entre los dos grandes partidos, pero sería mentir si no apuntásemos que los asistentes salieron con la sensación de que si hubo un tiempo no tan lejano en que, juntos, estas fuerzas políticas superaron los mayores obstáculos, eso mismo podría volverse a producir en cualquier momento. Sólo por eso, ha merecido la pena esta celebración del 30 aniversario del 15-J.
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