En su continua acumulación de elementos contra los acusados -a otro ideólogo, El Egipcio, le atribuyó 17-, Boyé sumó incluso lo que en un principio no aparentaba serlo. Así, resaltó que el hecho de que la huelga de hambre tuviera su inicio en El Egipcio, Haski y Yusef Belhadj era una flecha más apuntando a su categotría de autores intelectuales de la masacre. También indicó que las declaraciones exculpatorias o los silencios de algunos testigos podían interpretarse como indicios de culpabilidad contra quienes se sientan en el banquillo.

Para incriminar a El Egipcio, el letrado restó importancia a las diferencias entre los traductores de la Policía española y la italiana, y dijo que había suficientes indicios para condenarlo, tanto como cerebro del 11-M como por pertenencia a una organización terrorista.

Respecto a este segundo delito, la defensa del acusado sostiene que ya fue condenado en Italia. Boyé replicó que no es así, ya que la célula italiana es distinta de la que perpetró la matanza de Madrid.

Frente a la tesis del abogado Juan Carlos Rodríguez Segura de que los acusados no ofrecen un perfil capaz de elaborar el 11-M, el abogado dijo: «Por sí solos no son peligrosos, pero cuando se juntan nos lían la que nos han liado».

Antes de concluir su pormenorizado repaso por todos los acusados, Boyé, que cumplió condena por colaboración con ETA, tomó la vía de la Fiscalía y arremetió contra las acusaciones que más se han distanciado de la línea mantenida por el Ministerio Público.