Sábado, 23 de junio de 2007. Año: XVIII. Numero: 6397.
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EL FUTURO DE LA UNION / Jaroslaw Kaczynski se resistió hasta que la canciller amenazó con dejar a Varsovia fuera del acuerdo / Alemania convence a los británicos para que acepten un ministro de Exteriores, rebautizado 'Alto Representante'
La UE trata de superar su parálisis conformándose con tibias reformas
Polonia se resistió hasta última hora a plegarse a un acuerdo que entierra definitivamente el proyecto de Constitución y lo sustituye por un Tratado mucho menos ambicioso Solana no se convertirá en ministro de Exteriores de los 27, pero tendrá más funciones y más poder como 'Alto Representante'
MARIA RAMIREZ / MARISA CRUZ. Corresponsal / Enviada Especial

BRUSELAS.- La llamada reina de las cumbres, la canciller alemana, Angela Merkel, se batió a distancia contra su último obstáculo para cerrar anoche un nuevo Tratado de reforma de la Unión Europea. Desde Varsovia, el primer ministro polaco, Jaroslaw Kaczynski, el gemelo malo del presidente, se resistió hasta última hora incluso a aceptar la edulcorada versión de la Constitución, para conseguir más concesiones. Aun así, en la madrugada de ayer, los líderes de los Veintisiete limaban los últimos detalles en busca de un acuerdo.

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Pasada la medianoche, el gemelo bueno -más moderado en la negociación- Lech Kaczynski, presidente de la República, y el propio primer ministro aceptaron el último compromiso ofrecido por Alemania, que preside este semestre la UE, para que se compense a Polonia con el sistema de votación por doble mayoría, con el que se toman las decisiones con el 55% de los países con el 65% de la población, que inevitablemente beneficia a los 82 millones de alemanes y perjudica a los 38 de polacos.

Tras largas conversaciones telefónicas de Jaroslaw con el presidente francés, Nicolas Sarkozy, y el primer ministro británico, Tony Blair, Polonia logró el retraso de la entrada en vigor del sistema de voto hasta 2014, con un periodo de transición de otros dos años y medio más, una fórmula de bloqueo para que los pequeños y medianos puedan parar decisiones que, en su opinión, afecten a sus intereses nacionales, aparte de lograr más presencia en el Parlamento (unos 5 ó 6 eurodiputados más). El acuerdo estaba asegurado, según fuentes diplomáticas, aunque los líderes de la UE aún limaban los detalles y no esperaban un texto final hasta la madrugada.

El retraso se debió al bloqueo polaco inesperado. Cuando, antes de la cena, Merkel había pactado con el presidente polaco, el gemelo malo se desmarcó con un anuncio en televisión para rechazar el compromiso. «La falta de cualquier voluntad de hacer concesiones es muy clara en el lado de nuestros socios y me temo que no hay salida... Lo siento mucho», dijo entonces el jefe del Gobierno.

La Presidencia alemana amenazó entonces con dejar fuera a los polacos de la Conferencia Intergubernamental, la reunión de técnicos que escribirá el Tratado, que sólo necesita una mayoría simple para aprobar su mandato. Al final de la noche, Merkel no quería ni hablar con Varsovia.

Cuando ya tenían convencidos a los británicos, que consiguieron minimizar la Carta de Derechos Fundamentales, los alemanes se encontraron con la renovada dureza polaca. La canciller ya estaba molesta con la insistencia de Kaczynski en sus referencias a la Segunda Guerra Mundial. El premier llegó a decir que Alemania estaba en deuda con Polonia por los muertos en la ocupación, «lo que nos han quitado», y que ahora se notan en el equilibrio de poderes en la UE.

Más allá de la pataleta final de Varsovia, que ha amargado a Merkel este semestre con sus múltiples vetos, la canciller logró, tras un largo tira y afloja, una versión de la Constitución convertida en una lista de enmiendas con la mayoría de sus efectos jurídicos, pero sin su peso político.

Reino Unido logró transformar la Carta de Derechos Fundamentales en un simple protocolo al Tratado, con una larga lista de notas para reafirmar que no afectará a su legislación de los británicos.

Blair acabó cediendo en la mayoría de sus demandas para limitar la Política Exterior de la UE, pese a la reafirmación de la independencia de los gobiernos en sus relaciones internacionales. El nuevo ministro, que reunirá la autoridad de Javier Solana y el dinero de la comisaria Benita Ferrero-Waldner, que gestiona la ayuda exterior, pierde sólo el nombre respecto al Tratado Constitucional. Se llamará Alto Representante de la Unión para Política Exterior y de Defensa -una versión del actual cargo de Solana-, será vicepresidente de la Comisión y, sobre todo, presidirá el Consejo de Ministros de Exteriores, dirigirá el servicio diplomático y acudirá al Consejo de Seguridad de la ONU en nombre de los Veintisiete.

Según fuentes españolas, Rodríguez Zapatero propuso el nombre para el XXX (así se llamaba en la propuesta inicial de Merkel) y el paquete de sus poderes básicos pero, de acuerdo con lo señalado por fuentes comunitarias, Blair propuso el nombre de «Alto Representante para Relaciones Exteriores», y Jean-Claude Juncker (presidente luxemburgués) y Zapatero sugirieron eliminar el detalle de «Relaciones Exteriores». Sus poderes son los atribuidos en la Constitución, con algunos límites pedidos por Reino Unido.

El Tratado de reforma de Merkel diluye las reformas previstas por la Constitución para que tengan consecuencias más limitadas. Aunque incluirá el ministro, la Presidencia de turno, la extensión de competencias comunitarias a Justicia e Interior, o el refuerzo del Parlamento Europeo, abandona el nombre -el espíritu del proyecto-, los símbolos de la UE, como el himno y la bandera, la supremacía del Derecho comunitario sobre el nacional (un principio establecido por la jurisprudencia desde 1964, pero nunca recogido en ningún Tratado) y el formato más simple para sustituir los tratados precedentes, que siguen en vigor para desesperación de juristas y ciudadanos.


'¿Qué hay en un nombre?'

M. R.

«What's in a name?» («¿Qué hay en un nombre?»), se lamentaba Julieta ante su amado Romeo, con el apellido de la familia rival. Y eso se pregunta en Bruselas cada vez que la UE se inventa una denominación, lo más oscura posible, para que no recuerde a un Estado.

Tal vez, uno de los títulos más largos e inextricables es el de Javier Solana, Alto Representante para la Política Exterior y de Seguridad Común de la UE. Por los problemas de espacio y explicaciones que crea, se ha convertido en 'Mr. Pesc' o 'jefe de Política Exterior de la UE'.

El más fácil y universalmente inteligible término de 'ministro' fue admitido en la Constitución a regañadientes por los británicos, que han aprovechado la crisis para volver a cuestionar el nombre. Entre las primeras propuestas estaban la de 'secretario de Política Exterior' o 'para Relaciones Exteriores', pero a los anglosajones les sonaba aún más a Estado (ellos llaman a su ministro 'Secretary') y las 'Relaciones Exteriores' denotan un nivel inferior de contactos.

El 'Alto Comisario' se abandonó por su relación con la ONU y, ante la multiplicación de ideas absurdas, entre lo malo conocido y lo bueno por conocer, el 'XXX', como se llamaba en el borrador del Tratado de Merkel, se quedó con su 'Alto Representante', esta vez 'de la Unión para Política Exterior y de Seguridad'.

«Hemos cambiado el nombre de ministro de Exteriores, así que nadie entenderá de qué va», reconocía, irónico, el presidente luxemburgués, Jean-Claude Juncker. Pero ante la ofensiva británica sobre la función, de repente, el nombre era lo de menos.

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